viernes, 10 de mayo de 2013

El veneno del Ragna rock.

Sábado del 27 de Abril a las 9:48 pm.

Jamás creí que una puerta de madera pudiese luchar tanto contra mi para evitar dejarme salir, sobre todo si es de esas dobles que parece sacada de historias de vaqueros en los bares del viejo oeste; hace tres horas cuando entré aquí solo he necesitado empujarla suavemente con la palma de mi mano, esta vez he tenido que emplear toda mi fuerza apoyada en mi hombro para que al menos se abriese un poco. Es curioso y no lo entiendo.

Algo aquí no está bien. No es la bebida... es el hecho de que la noche está más oscura que de costumbre, no encuentro la luna y tampoco veo las estrellas, no hay resplandor de luz en las ventanas de los apartamentos, puedo ver distintas estructuras sombrías que normalmente guardan en sus paredes las distintas familias que habitan en el sector pero todo parece muerto, como si estuviese abandonado de hace años y el ruido de los suburbios que siempre rebota por los distintos callejones de la ciudad, se hubiese extinguido de hace mucho tiempo llevándose consigo el mínimo rastro de humanidad. Es curioso y no lo entiendo.

Cada paso que doy es creer que me desplazo sobre un fino cristal a punto de romperse, dejándome caer a un vacío infinito, frío y oscuro. La sensación de vértigo está haciendo que sude sin tener calor, causándome menos alivio y haciendo que dude de mis propios pasos, la línea recta que creí estar siguiendo por el camino a mi casa se ha vuelto confusa, quiere engañarme y hacerme perder en un lugar que siempre consideré mi selva, mi territorio, ahora no es nada de lo que conocía, no es de nadie porque hace rato se volvió un desierto negro con aura de asfixia. Otra vez curioso, pero igualmente no lo entiendo.

He de recordar con cada paso que doy, con cada intento de caminata constante las mil y un memorias que me han llevado a beber otra vez, he de imaginar que esto es lo que quiero en el fondo, que no quiero correr en los brazos de la mujer que me abandonó, sino cauterizar a punta de alcohol y fuego la zanja que me abrió casi hasta el hueso. Ya habrán otras horas para quejarme, solo quiero concentrarme en llegar a casa pero no puedo, el frío se ha puesto más intenso si es que así puede medirse el helado viento que quema mi cara. Es curioso, no lo entiendo pero tampoco quiero hacerlo.

Ya he sentido náuseas antes y tampoco es primera vez que camino ebrio por las viejas calles de este pueblo,   mientras voy charlando conmigo para mantenerme cuerdo me ha dado la pequeña sensación de que me han estado vigilando desde cuadras atrás al salir del bar. No quiero malinterpretar la situación, nunca me había sentido tan confundido, ya no sé en qué parte del suburbio estoy; debí haber llegado a casa hace minutos, no estoy loco ¿a dónde se han ido todos? me es sumamente raro que la calle no se esté terminando, no encontrar el cruce predilecto y él que me sigue, porque estoy seguro de que el hombre me sigue se esconde en la sombra cada vez que volteo la cabeza para preguntarle de qué carajo va.

Queriendo echar a correr pero ya estoy muy cansado. Tu hogar es donde tienes el corazón. Me dejó mi corazón, no tengo hogar. Se escuchan más de cerca los pasos de mi fracaso.