lunes, 28 de noviembre de 2016

Un Hacha más Allá del Muro III

Los grandes terrenos del Agasajo no lograron desviar la vista del bloque de hielo y piedra que patrullaba la guardia. Desde kilómetros de distancia August ya sabía que era la estructura más imponente que había visto en sus 16 años de vida. Las torres de Invernalia eran edificaciones que asombraban a cualquier hombre que posaba sus ojos sobre el fortín de los protectores del Norte, pero pocos eran los que la habían visto el Muro y menos aun los que habían vuelto hasta sus hogares a contar la maravilla de Brandon El Constructor. Los hombres calculaban 300 millas de longitud y aproximadamente 700 pies de altura. De solo imaginar la vista desde la base August sintió ganas de vomitar..., con cada hora que pasaba el muro se veía más grande a medida que se iban acercando, y cuando llegaron al Castillo Negro pudo ver que desde la cima descendían corrientes de agua como si el mismo se derritiese.

- Ciertos días el Muro llora - Dijo Dick cuando se posicionó a su lado.

- ¡Este frío maldito que tala los huesos! – Dijo a media voz un hombre que temblaba sobre su montura - Sureño - imaginó August  - ¿pero de dónde?- Una mata de pelo negro de rasgos faciales delicados, la tez morena y ojos color avellana, bigotes finos y una barbita en punta sobre en el mentón. No llevaba túnicas de piel sino suaves telas color arena, y de su espalda colgaba una lanza con la cual había amarrado con cintas color rojo un par de monedas con figuras talladas de un sol.

- Los dornienses están más acostumbrados a tener las arenas metidas hasta el culo, ¿no?- Le espetó un hombre desde atrás, con sus palabras exhalaba aliento y temblaba ligeramente, aunque disfrutaba ver al moreno quejarse desde hacía varias leguas, August notaba que este había tomado las provisiones de cubrirse en pieles y forrarse las manos entre guanteletes de tela.

- Los dornienses estamos más acostumbrados aún a meterle el miembro a las putas del Dominio, - respondió rápidamente el otro - ahora que te veo bien, Louis, entre ese montón de tela cualquiera podría creer que trajimos una golfa de Altojardín antes que a un hombre.

Hasta Último Hogar se escuchaban las historias de la eterna rivalidad entre Dornienses y los hombres del Dominio, aunado a problemas entre sus casas mayores, los Martell y los Tyrell. Sabía entonces August que de la caravana que llegaba al muro con nuevos hombres, dos vendrían de aquellas lejanas tierras donde en una crecían las flores y el verano era una eternidad, mientras que de la otra, las montañas y las vastas extensiones estaban enterradas en la arena.

Los 11 hombres nuevos se fueron acomodando en el patio de armas, donde Dick les había dicho que debían esperar. Según le había dicho su padre antes de sumarse a la caravana de la guardia, se le hacían pruebas a cada miembro nuevo para tener en cuenta sus aptitudes antes de delegarle las funciones como hermano juramentado. August lo tenía claro. Lo que lo que él quería ser era explorador en la guardia. En sus ventajas había cabalgado y combatido en su hogar desde que tenía edad suficiente para montar y sostener un palo con la mano, venía de una larga sucesión de caballeros y por último y más importante, era del norte. No había en los siete reinos guerreros más respetados que los descendientes de los primeros hombres. O al menos eso les gustaba decirse a todos los hombres que viviesen por encima del Cuello, donde se marcaba la diferencia entre ellos y los del sur.

Flexionaba y extendía ritmicamente los dedos de la mano con la que desenvainaba cuando escuchó los pasos de un hombre que sostenía la marcha y se posicionó delante de ellos.

Vestido completamente de negro, con la capa ahondando al viento gélido que a la mayoría de reclutas tenía temblando, incluyendo a August, Ser Alliser Thorne se presentó como el maestro de armas del Castillo Negro. Su rostro gélido y sus ojos negros despedían crueldad y repugnancia por los hombres que estaban en la formación. August prefería no sobresalir y notaba que Ser Alliser buscaba el miedo en los ojos de los hombres, por lo que el joven Bengal mantuvo la vista en frente y solo los movía para parpadear, no sin dejar un pequeño  foco visión para el caballero que empezaba a sonreír cuando paladeaba el nerviosismo de los nuevos.


-¡Asesinos, ladrones, bastardos y traidores...! -fue lo primero que dijo el caballero Thorne para dar la bienvenida a los nuevos reclutas que estaban en la formación. Escupió a un lado y suspiró con desaprobación - hace no mucho la guardia todavía recibía hombres con la mitad de cojones de los que puedo ver desde acá. - recorrió con la vista a los 11 hombres de enfrente- Sé por qué han venido aquí..., sí, conozco a los de su clase. Muchos argumentarán que han venido por el honor de pertenecer a la Guardia de la Noche, - Para August fue suficiente con escuchar aquellas primeras acusaciones. Prefirió poner la vista al frente, sin ningún objetivo en particular pero con el rostro inflexible, ignorando las palabras como cuchillos que arrojaba el Ser-  ¡pero hasta un bruto salvaje de los Puños sabría que han venido para esquivar la muerte por sus fechorías de donde sea que viniesen!, - el joven Bengal cerró los ojos y respiró lentamente. Conocía en el castillo de Cerwyn a los de la estirpe de Thorne, miserables que disfrutaban ser implacables con los indefendidos - y también veo de los que han sido rechazados. Bastardos o traidores, da lo mismo, ni piensen que se les darán mejores tratos al culo de alta cuna que arrastraron hasta acá, sobre todo los que vengan pensando en poner sus apellidos por encima de la Guardia. ¡Aquí no os vale nada! - August sabía que se refería a él... y quizá también al dorniense. Sabía que quedaba expuesto desde que entró por las puertas del Castillo Negro sobre su negro alazán. La cota de mallas, el yelmo pulcro, los guantes de cuero negro y el cinto de su espada, no se podía ver la hoja pero desde lejos se notaba que era de acero forjado en castillo. El mismo Bengal era un noble cuna de a leguas, contextura de que nunca le faltaba la comida y con señorío al caminar, se había delatado a sí mismo desde que bajó del caballo para formar.- Yo mismo elegí la Guardia antes que servir a un usurpador, yo defendí Desembarco del Rey del león Lannister y a mí fue quien se me dio a optar, vivir como un cobarde sometido a un indigno o la hermandad del Muro..., ¡y elegí la Guardia! –

"Mentira", quería decir Bengal. Podrá engañar a un sureño, pero no a un hombre del norte.  Cuando se da a elegir el muro, la otra opción es la muerte. Él lo sabía bien.

Notó que a su lado, el dorniense estaba conteniendo las ganas de reír. Ser Thorne por su distanciada posición quizá no se hubiese dado cuenta, o quizá estaba demasiado ocupado en sus palabras que no notaba que el dorniense tomaba por chiste todo lo que salía de la boca del Ser.

- Éste hombre..., ¿acaso los sureños también nos envían locos?, ¿sabe lo peligroso que es burlarse de un caballero que te sea superior? - Si lo llegaba a notar Thorne, se ensañaría con todos, podría matarle. Siguió mirando al frente serio, rogando a que la mirada del hombre sobre la plataforma no se posase lo suficiente en la primera fila para notarlo.

- ¡Aquí han llegado como harapientos, como ladrones y como marginados!,  quizá con paciencia y con mucho trabajo pueda hacerlos hombres que valgan la pena ser juramentados, defenderán el reino y morirán por él, sus pecados puede que hayan sido perdonados pero en el Muro no se les dará ni una piedra pleitesía.

- ¡Ser Alliser! - 
retumbó una voz que entraba al patio con otro grupo de hombres, todos cuervos, todo negros - ¿has terminado de aplastarles la moral a los reclutas o todavía os falta un poco más? 

August giró el rostro para identificar a quien se había atrevido a interrumpir a Thorne. En efecto era un hermano juramentado, su capa negra pegada a ambos hombros estaba derruida y cortada por lo que parecían restos de hojas de pinos, robles y sauces, - explorador sonó en la mente de August - tenía una sonrisa que mostraba gran cantidad de amarillos dientes, sus ojos expresivos con grandes cejas pobladas y la nariz ganchuda, dirigía una mirada fraterna a Ser Thorne y éste lo miró con desdén.

- El Maestro de Armas es quien da la bienvenida a los reclutas en el Castillo Negro, Ser Flanagan, harías bien en recordarlo.

- ¡Nunca lo he olvidado mi buen señor!, puedes seguir machacándoles todo lo que se te venga en gana, yo puedo esperar por acá. - El hombre tenía una media de 50 años pero se veía fuerte como un roble. August vio que Ser Flanagan les guiñaba el ojo y se acomodaba a un lado mientras daba paso a los hombres que venían a sus espaldas. Detrás del envalentonado caballero venía un anciano con túnica de Maestre y una gruesa cadena que colgaba de su cuello, haciendo tintinear con cada endeble paso que daba, las arrugas de su rostro casi escondían los pequeños ojos color violeta, y lo poco que quedaba de cabellos eran del color de la nieve. Venía ayudado por otro más joven y más obeso, sonrosado y hecho barbas negras en el rostro . El anciano vio a Thorne con amabilidad y sonrió.

- Ser Thorne ha sido para los aspirantes a vestir el negro como el martillo del herrero para  forjar las buenas espadas. Su trabajo en la guardia es pulir y hacer de los niños los hombres. -también dirigió una mirada hacia August y los demás - Veo caras de jóvenes, de valientes... y de perdidos.

- Por aquí, Maestre Aemon, con cuidado. -
apremiaba el mayordomo obeso que le ayudaba a caminar-

A la misma tarima de viejos maderos desde la cual Thorne juzgaba a los nuevos, subió con pasos atronadores un hombre venido en años, con una calvicie pronunciada y ojos cansados, hoscos, como los que acostumbran a ver la crueldad y las malas visiones de años de servicio. La barba también blanca como la nieve y un cuerpo magullado por varias batallas, fornido, cansado. August había oído sobre el viejo oso de la guardia incluso en el castillo Cerwyn, del cual no se había escuchado jamás historia de deshonor, a excepción de un hijo que llevaba varios años en el exilio.

- ¡El Lord Comandante de la Guardia de la Noche, Jeor Mormont! - exclamó el lord mayordomo Bowen Marsh, que instantes antes venía escoltando al maestre Aemon.

Todos los hombres en el patio de armas quedaron en silencio, solo se escuchaba el viento aullando que golpeaba los hielos del muro, como el sonido de hombres que se lamentan desde lugares muy lejanos.

- Durante miles de años, desde la edad de los primeros hombres, la hermandad de éste muro ha mantenido afuera a las amenazas que desde antaño han tratado de perturbar la paz de los siete reinos. Desde las tierras del extremo Sur en Lanza del Sol hasta Último Hogar, cuentan con la hermandad juramentada para proteger el reino de los hombres. No importa quiénes fuisteis antes o por qué os enviaron aquí, si deciden servir, todos sus pecados serán perdonados y tendrán una segunda oportunidad para vivir como seres de bien.   -August veía la cara del oso. Oso porque esa era la figura que tenía el escudo de su Casa. Un oso sobre sus dos patas traseras en posición de ataque. Pero el hombre ya había entrado en lo de ser anciano, y el joven Bengal se preguntaba si tal condición no sería más una figura débil para lo que debería significar la guardia. Calvo, con bolsas bajo los ojos y mirada cansada, el lord comandante tenía más pinta de apunto de derrumbarse que significar el escudo que protege el reino de los hombres, pero en algo estaba de acuerdo August Bengal, el oso representaba respeto ante los ojos de todos los hermanos que vestían el negro, incluyendo a Thorne.


- Antes de que los elijamos a cada uno sus funciones, se les separará de acuerdo a lo que sepan hacer.

- ¿Lo que sepamos hacer? - pensó August - yo puedo cazar, puedo pelear, puedo leer y escribir..., pero fuera de eso no sé en qué más podría servir.

- Ser Alliser, Bowen, Noye, Maestre Aemon... os los dejo en sus manos. - Dio media vuelta el lord comandante y bajó de la tarima de donde los demás oficiales de la Guardia todavía observaban a los reclutas.

- ¡ATENCIÓN! - 
El grito del maestro de armas sorprendió a los hombres que todavía tenían la mirada en las espaldas del oso. - ¡COGED TODOS LAS ESPADAS QUE TIENEN DETRÁS Y FORMEN UN CÍRCULO, AHORA!

Espadas romas, sin filo..., todas para entrenamiento, August se sintió mejor luego de saber que lo probarían en algo que él sabía hacer, cogió una y la empuñó sobre su zurda con habilidad. Volvió a notar la mirada de Thorne, de Noye y del anciano maestre, todos los demás a excepción del dorniense habían sostenido las armas apenas habían escuchado la orden, pero éste se quedó de pie, sin moverse.

- ¿No has escuchado, o es que acaso has chorreado en tus calzones de arena? - Le preguntó en voz alta un caballero joven que estaba presente, desde un rincón.  Ser Waymar Royce se había unido hacía poco a la guardia, pero por venir de una noble casa de los Valles de Arryn, se le había dado un poder que hacía poco por ocultar. Rubio, galante y con mirada llena de confianza volvió la mirada hacia Thorne y sonrió para todos - ¡el dorniense tiene miedo a que le magullen en combate!

- No peleo con espada, mocoso - 
el sureño siquiera había volteado el rostro a mirar a quien le había tratado de humillar en frente de todos- en Lanza del Sol esgrimimos éstas - y del borde de su espalda haló un extremo de madera cilindrico y lo sacó lentamente hasta tenerlo totalmente descubierto, de la punta contraría, una hoja de metal finísima en forma de sierra permanecía levantada encontra del cielo y el viento, Ser Waymar, a pesar de lo lejos, podía verse en el reflejo del arma, con sus ojos asustados, habiéndose metido sus palabras en el culo.

- Esto no es un combate real, ¡soltad esa lanza!, - Ordenó Ser Alliser a quien tenía la única arma capaz de rebanar miembros con solo moverla en la dirección correcta.

El dorniense se mantuvo perplejo, miró a Ser Alliser y obedeció, puso la lanza en el suelo y se quedó firme, con los ojos cerrados.

- Donal... parece que nuestro amigo solo podrá defenderse si usa ese estilo de arma - Dijo el maestre Aemon - creo que es menester acercarle a nuestro nuevo recluta un instrumento al que pueda acoplarse para participar en la justa.

El herrero de la Guardia, Donal Noye, bufió con desaprobación y se retiró del patio de armas rápidamente apenas el anciano maestre habló.

- ¡Tú, el de la cabeza rapada, al centro, ahora! - Rugió Thorne a un hombre que había venido con la caravana camino al muro, no había hablado en todo el camino. El calvo miró a Thorne con ojos asustados y caminó al centro con la espada sin filo.

- Le decían "Mamo" en las tierras de los Ríos, donde me lo entregaron de voluntario para la Guardia, - Dijo Dick en voz alta. Se había posicionado a pocos metros de los hombres de negro, y con los brazos cruzados, escupiendo cada tanto las hierbas que le gustaba masticar - No tiene medio seso en la cabeza. 

- ¡Al centro, Mamo!, ¿me escuchas, pedazo de animal? - 
Ser Waymar Royce se puso en el centro, con la espada roma en su mano y en posición de ataque, todo hecho sonrisas y azuzando al calvo idiota mientras éste miraba a todos lados, confundido - ¡Ataca, mamo...!, ¿así es cómo os gusta que te den? - El joven caballero lanzó una estocada al hombretón asustado y éste gimió de dolor cuando la espada golpeó en su pecho.

- ¡Nooo...! - Gimió el hombretón mientras soltaba la espada y se cubría el rostro con las manos -¡perdónadme, señor..., no sé pelear, no sé pelear!

- ¡Levanta la espada, ahora! - 
Gritó el maestro de armas claramente impacientado. Siempre había quienes temían a la confrontación, Thorne estaba acostumbrado a los cobardes, era su trabajo volverlos hombres - Dick, ¿bajo qué se os vino la idea de traer a éste cobarde aquí? - El calvo se cubrió el rostro con las manos y se arrodilló ante Ser Royce, que amagó un golpe y escupió al suelo.

- Asesinato de tres hombres, una mujer y un niño, - señaló Dick, sonriéndole a Thorne con sus dientes rojos por la hojamarga - negó todo ante los dioses viejos y nuevos. Iban a colgarlo, o me lo traía a la guardia o era hombre muerto. 

- ¿Asesinato? -
pensó August - pero ni siquiera puede defenderse, no sabe siquiera coger la espada y defenderse del agresor. 

- ¡Levanta, cerdo! - 
gritó ser Royce una vez más y pateó al calvo que estaba a sus pies, August veía que el joven caballero disfrutaba apaleando y humillando, no le dio tiempo de advertir cuando el cabeza rapada levantó su brazo y lo sujetó por la entrepierna, estrujando entre sus manos las pelotas del hostigador.

Ser Royce gimió pero no pudo gritar, la otra mano le había sujetado el cuello y lo había levantado del suelo, el calvo había sido rápido y no le había dado tiempo al joven que pudiese usar la espada. El cabeza rapada apretó y de la garganta de Royce solo salió un lamento ahogado, empezando a ponerse azul.

- Ahí tienes a tu asesino, Thorne - Dijo Dick desde su esquina y volvió a escupir. Esperaba que el calvo actuase, no era idiota, Dick podía leer la mente y el corazón de un hombre solo viéndole a los ojos. Sabía que al calvo le gustaba matar. - Es hora de que alguien salve el trasero de Ser bolas estrujadas, o no le quedará mucho más. 

¡Tú, el de los dientes rotos! - 
Gritó Thorne nuevamente, August creía que se dirigía a él, pero vio que apuntaba a Ripper, el hombre andrajoso de Fuerte Terror con el que había tenido roces de camino al Muro - ¡Ve, ahora!

Ripper empuñó su espada, al menos eso sabía hacer, corrió hacia donde estaba el hombre que estrangulaba al hermano de la guardia, pero éste escuchó la orden de Thorne, y soltando la entrepierna del caballero, lanzó con un solo brazo a su victima quien derribó a Ripper y ambos cayeron desparratados en el piso del patio, a la vista de todos.

Varios hermanos negros explotaron en risas, a excepción de Thorne quien había visto cómo vencían a Ser Royce solo sujetándole los huevos. El calvo cogió la espada del caballero que había vencido y miró al resto de hombre a su alrededor, parecía que sus ojos brotarían de sus cuencas y la espumaba de la boca chorreaba por su barbilla y el pecho.

Esto no va bien - Pensó August - no está sujetando la espada por el mango - el hombre sostenía la espada por el lado que con el que se debía cortar y golpear al enemigo - Éste hombre no está en sí.

- Por los dioses viejos y nuevos lo juró, pero un hombre que ha matado sabe encontrar los ojos de otro que ha disfrutado arrancando vidas – 
Dijo Dick desde su esquina, y aunque vio que el hombre encolerizado se acercaba a los otros dos que estaban en el suelo, no se movió. Ser Royce se levantó entre estertores y tos, se sujetó a la garganta y vio que tenía nuevamente al hombretón a unos pocos pasos.

- ¡Espada! - graznó, su voz todavía no había vuelto. Ser Alliser Thorne miró a los otros reclutas, todos estaban esperando que les dijeran qué hacer, hasta August que no se había movido.

- ¡Tú! - se dirigió hacia Louis, el sureño que había discutido con el dorniense camino al muro - ¡coge la espada y a él! 

Louis desenvainó la espada aún mejor que Ripper. Se puso delante de Ser Royce, August notó que adoptó una posición clásica de defensa, blandió la espada roma en pos de él diagonalmente y aguantó la primera embestida del gigante, el cuerpo de Louis retrocedió, pero solo un poco.

- Es fuerte - Dijo Bengal, con una envestida así no habría muchos que pudiesen parar al rapado, quien volvió a gritar y cargó la espada contra Louis.

Ser Royce se levantó y apartó de un empujón a Ripper quien todavía estaba recuperándose del golpe en la tierra.

- Lo pagarás con sangre, ¡ven aquí! - Y el hombre venía, con el cuello lleno de venas brotadas desde todos los pliegues, los ojos seguían inyectados en sangre y la espuma ya eran montones de baba salientes de una boca que despedía guturales.

El hombretón volvió a golpear con la hoja y Louis volvió a repeler con la suya, esta vez tambaleando hacia atrás, Ser Royce aprovechó para estocar hacia la humanidad del loco, y éste aun pudiendo esquivar recibió todo el impacto en su espalda. El rapado apenas lo sintió, volvió el rostro para mirar a Royce y con el brazo de la espada lanzó una horizontal que hizo vibrar el viento, Royce trató de repeler el golpe de la hoja pero la fuerza bruta lo hizo retroceder a trompicones, un segundo ataque hizo que las espadas volviesen a besarse y un tercero lo hizo retroceder aún más. Giró en derredor del gigante, exhausto por las embestidas, pero éste no mostraba ni un ápice de cansancio. Louis se corrió detrás del gigante y volvió a golpear, la fuerza del guerrero del Dominio era más que la del joven caballero negro, el hombre rapado gimió y se dio vuelta, parecía que solo ahora se daba cuenta que bailaba con dos hombres al mismo tiempo. Uno por cada flanco.


Ripper estaba volviendo a levantarse. August lo veía sostener la espada corta y dudar entre unirse a la danza o esperar. El gigante a quien habían llamado Mamo retrocedió ante los dos hombres, estos volvieron a posicionarse en su frente, todavía en guardia. August vio cómo Thorne sonreía porque pudiesen dominar al gigante rabioso, pero lo que no vio era que detrás del rapado había un estante de donde habían colgado un montón de armas, espadas cortas y largas, hachas arrojadizas, martillos de guerra y arcos con montones de flechas. No eran armas para los combates de entrenamiento, eran armas reales, todas afiladas, utilizadas por los exploradores de la guardia para sus incursiones más allá del muro, August vio los filos y las puntas cortantes de todas y cada una de ellas, armas que podían desgarrar, cortar, lacerar y matar.

Antes de que Bengal pudiese advertir algo, Thorne y Dick ya habían visto el estante.

- ¡No dejen que coja las armas! - Gritó Thorne.

-¿Qué armas? - respondió Ser Royce, hecho una furia contra el gigante, su labio manaba sangre y su pecho subía y bajaba por la respiración angustiosa, estaba exhausto. Louis arrastraba una pierna y su equilibrio parecía tambalear, Mamo al verse descubierto corrió hacia la mesa y levantándola con sus dos brazos sobre su cabeza la arrojó contra ambos hombres que habían cometido el error de ponerse demasiado juntos. No tenían escudo, la mesa se estrelló contra los dos y se partió sobre ellos.

- ¡Ser Thorne, ésto se está saliendo de control, ese hombre matará a Ser Royce si le dejamos! - El lord mayordomo Bowen Marsh se dirigió ante el maestre de armas, Thorne estaba a punto de dar la orden a otros hermanos de que contuviesen a Mamo cuando August Bengal saltó al medio y se plantó frente al gigante, con la hoja desenfundada, Mamo sostenía un hacha y una espada, afiladas, August solo una con punta roma en su izquierda pero el joven Bengal había visto varios minutos de combate de Mamo, sabía cómo iba a moverse, había planeado cómo lo iba a hacer... y estaba encantando de demostrarle a Ser Thorne cómo en el Castillo Cerwyn se les enseñaba a los hombres a justar la danza de las espadas.


Mamo embistió.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Un Hacha más allá del Muro parte II

II

Ser Carles Bengal había tenido cuatro hijos fornidos con los cuales había asegurado el linaje de su apellido. Aunque a todos los Bengal habían tenido cierto destino asegurado cerca de la corte de los Cerwyn, con tal número de hombres era también seguro que no habría espacio para los cuatro entre las filas de tan alto honor. Por lo que en los dos primeros hijos se había desarrollado una sana competencia por la oportunidad de sobresalir como hijos del caballero Bengal.

El mayor de los cuatro había sido ungido como caballero por el mismo Lord Medger Cerwyn a los 16 años de edad, luego de mostrar su valía como escudero durante cuatro largos años, después de una cacería de varias semanas habían vuelto al fuerte con gran cansancio y pesadez, entonces, en misma presencia de su padre, Lord Cerwyn ordenó a su escudero Bastian que se despojase de su montura. El nervioso muchacho lo hizo lo más rápido que pudo solo para luego encontrarse de frente a la montura de su señor.

- ¡De rodillas, Bastian Bengal! - retumbó la voz de Cerwyn a lo que el joven Bastian hincó, esperando con miedo una reprimenda frente a su padre o sus hermanos y el resto del castillo quienes habían salido a recibirlos. No quería alzar la vista por su temor, imaginaba el gesto serio de su padre a espera de la deshonra.

- En nombre de Robert Baratheon, Primero de su nombre, protector y Rey de los Siete Reinos; en nombre Lord Eddard Stark, señor y protector del Norte; al amparo de los antiguos dioses, yo, Lord Medger Cerwyn, señor del castillo Cerwyn y abanderado de la casa Stark de Invernalia, - sacó la espada de su cinto en un lento movimiento para que deslumbrase ante los ojos de los testigos, postrándola sobre el hombro del mayor de los hermanos Bengal - te concedo el título de caballero legítimo. Arrodillado como escudero, levántate ahora como guerrero del Norte, Ser Bastian.

August había visto como su hermano mayor era ungido como se hacía en el norte, en nombre del rey, en nombre del señor de Invernalia y en nombre del castillo de donde era oriundo el caballero. Vio también como su padre miraba desde su montura, a lado del señor, con gesto orgulloso a su mayor hijo Bastian, y también vio la envidia sana de su otro hermano, Claud Bernal, que le tocaría seguir como escudero del hermano menor del lord unos cuantos años.

August tenía 13 años cuando le dieron la oportunidad de demostrar su valía como escudero de un viejo ser de nombre Merrick. Era un hombre entrado en varios años que prefería utilizar al joven Bengal como mayordomo que como escudero de armas. August no tenía unas fuertes convicciones de demostrarle la valía a los demás hombres del fuerte, puesto que al entrenar en combate todos los días con su hermano Claud y estudiar por las noches las estrategias militares con su padre Ser Carles y su hermano Ser Bastian, el trabajo como escudero era una labor de tradición más que de necesidad para llegar al título que ostentaban los hombres en su familia. Tres años después, con una experiencia considerable ayudando al viejo Merrick al que ya casi no le quedaban cabellos sino unas pocas mechas blancas, tras una mañana donde ensillaba el caballo del viejo Merrick, el señor con su mandíbula temblorosa le dio órdenes claras al joven Bengal.

- Ensilla tu caballo, August. Hoy te enseñaré cómo se lanzan las flechas desde el arco en campo abierto. 

No era que August Bengal a los 16 años no supiese usar un arco, a su edad era normal asestar la mayoría de los tiros si se tenía la práctica adecuada, pero para un hombre de casi 70 años como Ser Merrick la memoria era uno de los recursos con los que el hombre ya casi no podía contar. Había días donde le decía a su escudero cómo ensillar un caballo, cómo sostener una espada, el nivel de la separación de los pies y cómo esquivar las estocadas del oponente aunque August tuviese años dominando la técnica. Su padre le pedía paciencia, sus dos hermanos mayores con sus carcajadas se la acortaban. Solo su hermano menor, Edmund, un niño de 7 años, parecía que podía entender la frustración y las numerosas quejas de su hermano.

- ¿Podemos llevar a mi hermano Edmund, señor?

- ¿Edmund?..., - las cejas encanecidas del anciano caballero se arquearon con decir el nombre, y sus ojos entrecerrados denotaban que en los recuerdos de Ser Merrick no había un Edmund como hermano de su escudero. - Sí, Claud puede acompañarnos, también puedo enseñarlo a él cómo se tensan los arcos ¡je, je, je!

-No Claud, señor; Edmund Bengal, mi hermano de 7 años. El menor de los hijos de mi padre.

- Oh..., sí, sí, el pequeño puede venir. - 
August sospechaba que el viejo no tenía idea de quién era Edmund, pero mejor que nada, le dijo a su hermano que irían a practicar el tiro con arco y éste no cabía en sí de júbilo.

Habían salido antes del amanecer, el frío de esa madrugada se metía entre los guantes de cuero y de su boca emitían suaves ráfagas de aliento. A media mañana habían lanzado tantas flechas que habían tenido que recargar los carcaj una docena de veces. De los hermanos Bengal, Ser Bastian era mejor con la lanza, Claud tenía una habilidad soberbia con el arco y las hachas, August podía defenderse con cualquiera pero la danza de las espadas era el ritmo que mejor sabía entonar, mientras que el pequeño Edmund parecía tener una habilidad decente para los arcos a su edad. No había acertado ni a la mitad de los blancos, pero no le daba descanso a su joven brazo y hasta Ser Merrick había reparado en augurar que dentro de unos años, entre las filas de los Cerwyn habría un arquero Bengal con famosa habilidad.

Al paso del día, con casi el sol sobre el punto medio del cielo, tomaron un descanso dejando que los caballos pastaran mientras el joven escudero sacaba una casuela llena de huevos pasados por agua y manzanos para almorzar.

- Lo he hecho bien, ¿verdad Ser Merrick?

- Así es pequeño, pronto podrás dominar la técnica. Parece que fue ayer cuando le enseñaba a tu hermano cómo tensar las cuerdas y apuntar con los ojos el punto a donde quisiera que fuese la flecha.- 
August no sabía de quién hablaba Ser Merrick, pues a lo que más le había enseñado el anciano caballero había sido en tener paciencia, madrugar y ensillar a los caballos, las tácticas militares, el combate y la cacería lo había aprendido de sus hermanos, su padre y el resto de hombres en el fuerte de Cerwyn, pero ante esto August prefería guardar silencio, y Edmund parecía seguirle la corriente al anciano caballero preguntándole por historias, aventuras y pidiéndole consejos sobre cómo seguir rastros, como maniobrar ante las lanzas u otro montón de cosas que seguro su padre le enseñaría con mejor criterio cuando tuviese la edad.

Ante esto, Ser Merrick aguardó silencio y sonrió para sí. - ¿Ves aquello, joven Bengal? - el dedo enguantado del anciano apuntó hacia la aglomeración de bosques de pino, robles y sauces que se extendían por kilómetros y kilómetros entre tierras y montañas de follaje y vegetación.


- ¿El Bosque de los Lobos, Ser Merrick? - El caballero asintió lentamente sin dejar sonreirle al niño. August miró en la misma dirección del dedo y un latido acelerado galopó en su pecho al tiempo que miraba el rostro complacido de su señor. El Bosque de los Lobos era temido hasta por los hombres más aguerridos del Norte. Solo un tonto querría entrar solo..., y dos hombres y un niño no harían mucha diferencia entre la semejante estupidez que seguramente se le estaba ocurriendo al viejo.










domingo, 13 de noviembre de 2016

Un Hacha más allá del Muro


Pido perdón a George RR Martins, pues él ha dicho en variadas ocasiones que la gente no debería hacer fan finc nunca. En el decálogo del perfecto cuentista de Quiroga, te aconsejan no seguir tal corriente a menos que sea demasiado fuerte para resistir, creo que me ha pasado algo parecido. 

Luego de leer el primer capítulo de Sam en Choque de Reyes hace varios meses, me dije a mi mismo que yo tendría..., que me encantaría poder escribir algo así. No he visto mejor forma de hacer honor a la obra del gordito Martins que escribiendo una pequeña historia - pidiendo prestado su universo- para ensayar y hacer algo parecido, aunque de forma mucho menos pulcra y talentosa.

Un Hacha más allá del Muro lo empecé hace meses..., llevo varias partes hechas de éste cuento que pretendía en un principio no pasar de las 10 páginas... y creo que ya vamos por la 40. Pero dado que la vida a veces rompe las bolas, el trabajo y la universidad me han puesto demasiadas trabas para continuar el cuento de forma constante... así que me dije: O lo dejas engavetado y así queda algo que empezaste y no pudiste terminar, o vas publicándolo por partes en el blog, obligándote cada vez que entres a que escribas un nuevo capítulo, que trataré sea por semana. Veré cómo me va con ello. 





Un Hacha más allá del Muro
(fan fic)




I



La fila de caballos iba en caminata lenta pero constante por el camino empedrado y lleno de  hierbas bajas, algunas a medio morir y otras retoñando entre lo poco que daba el espacio de la tierra y los pocos rayos del sol. El aliento de los caballos dibujaba siluetas que se perdían a medida que ascendían al cielo de un clima templado, los dedos de sus manos, aunque sujetaban apenas sin fuerza las riendas de su alazán, estaban engarrotadas y entumecidas por los días de lluvia. Hacía varias semanas que no sentía el calor del sol, sus dientes castañeaban pero ya había aprendido a hacer silencio desde la silla donde se balanceaba con cada paso de su bestia.

Le dolía la entrepierna por tantos días a caballo, aunque había practicado desde niño al menos una hora al día, tres semanas sin casi bajarse del caballo sino para retozar por las noches había dejado un nuevo tipo de herida sobre la cara interna de sus muslos. Ahora cabalgar tenía otro sentido para August Bengal; desde que habían dejado las tierras de Cerwyn, donde el castillo ondeaba los estandartes del hacha y su lema "Afilado y Listo", August solo pensaba en si debía memorizar ahora un lema nuevo y olvidar los que había escuchado siempre, desde que tenía la edad suficiente para sostener un palo como si fuese una espada. "Los Cuervos", "La Guardia de la Noche" o "Los Delincuentes del Muro", como sea que eran recordados la comunidad negra del bloque de hielo al extremo norte del Norte, August solo esperaba que fuese un lugar donde pudiese hacerse un hombre, donde llevar con orgullo el apellido de su padre o donde tener el espacio que no había tenido como sirviente de los Cerwyn en el fuerte que era su hogar.

Su padre, Ser Carles Bengal había formado parte en la corte de Lord Medger Cerwyn, más estrictamente en las cuestiones de seguridad del lord, y del padre y del abuelo de éste. Los Bengal eran fieles a los los Cerwyn desde hacía varias generaciones, y acompañaban al señor del castillo en sus idas de cacería o cuando el Lord Stark de Invernalia solicitaba la llamada de sus vasallos, los Bengal eran los primeros en acudir cuando el Lord Cerwyn cabalgaba hacia Invernalia como sucedió varias veces durante centenarios de años. 

- ¿Por qué vienes al muro tú, chico? - le espetó un hombre cuyo rostro estaba picado de viruelas, vestía harapos de indigente y el cabello largo y sucio caído por los hombros. 

August vio sus muñecas atadas, y estas a una cuerda que iban directamente amarradas a la silla del caballo que iba a la cabeza del grupo. El hermano negro que reclutaba a los hombres para el muro se llamaba Dick, y éste le había dicho que si bien no compartiese mucho con los que iban atados hacia el castillo negro, ya que resultaban ser delincuentes y violadores de poca monta, debía al menos tener una mínima consideración con los que serían próximamente sus hermanos juramentados. A August no le gustaba la mirada de éste hombre que le hablaba desde el suelo, ya que iba a pie; sus ojos extraños, oscuros, como de hielo sucio y llenos de malicia le recordaron a los hombres de Fuerte Terror, el asentamiento de los Bolton. Había visto a varios en los torneos que se frecuentaban en el Norte, donde más de una vez había visto a todo tipo de hombres de distintas casas.

- ¿Bastardo, no?, - se respondió a sí mismo el hombre de la viruela - quizá le de asco a un señor de vuestra estirpe hablar a un sucio campesino de las tierras de fuerte terror. - mientras le dirigía una sonrisa a la cual le faltaban varios dientes.

August no lograba entender el mensaje oculto tras aquellas palabras, pero al ver la cara de Dick que se había vuelto al escuchar que el hombre atado se dirigía al joven Bengal, y al darse cuenta que otros hombres atrás también estaban a la escucha, tomó iniciativa propia y respondió lo que primero se le vino a la cabeza. 

- Quiero ser hermano juramentado y rendir mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche. 

Por unos segundos solo se escucharon las pisadas de las patas de las bestias por el camino. El sujeto que iba a pie miró a August con los ojos como platos y la boca semi abierta. Luego estalló en carcajadas sonoras y apabullantes, pero no quedó ahí, August también escuchó que otros tres hombres que iban a pie también se reían de su comentario y no pudo evitar ponerse rojo de furia. Vio que Dick lanzaba un suspiro y luego un escupitajo con saliva roja por el continuo mastique de sus hierbas coloradas. 

- "¡Mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche!", - gritó el androjoso hombre que más parecía un condenado a muerte que un voluntario a la antigua hermandad negra - ¡éste sí será de los que valen no, Dick!?, ¿de dónde coño lo sacaste?, ¡vamos Dick, dime que no lo sacaste de una cuna alta de los malditos Cerwyn para ponerlo a jugar a los caballeros y a las doncellas en el maldito muro! - El hombre puso sus muñecas atadas a un lado de su rostro, como si meditase una oración - ¡Mi vida, mi honor, mi polla y mi culo a la Guardia de la Noche!

August no estaba acostumbrado a que alguien de semejante talante se burlase de sus palabras, de su costado tomó el mango de su espada y cuando pensó en sacarla de su vaina, Dick había dado una vuelta a su caballo de 180 grados tan rápido, que el estirón hizo que las cuerdas tensaran las manos y por último el cuerpo del hombre fuese al suelo de cara. Las risas se habían ahogado inmediatamente en el grupo de hombres, August apenas podía ver que el hombre a quien había pensado matar estaba de cara al suelo y mudo del impacto, cuando alzó los ojos tenía la espada de Dick a menos de 50 centímetros de su rostro, era demasiado rápido. 

- Ni se te ocurra otra vez sacar esa hoja, muchacho..., - La voz mostraba serenidad pero al mismo tiempo dureza y seriedad, del surco labial derecho brotaba más saliva roja como si fuese restos de sangre, escupió hacia un costado y apuntó con su espada al hombre que empezaba a levantarse del suelo con el rostro lleno de tierra - si alguno de vosotros vuelve a provocarme, creo que los lobos para esta noche tendrán dos cadáveres frescos de los qué comer..., y si queda resto para la mañana, los cuervos terminarán con lo que quede de sus tripas - , apuntó con sus ojos a August, el chico sabía que Dick hablaba con la seriedad de su túnica negra y sus arrugado rostro - ¿quedó claro, muchacho?

- Sí, ser Dick. 

- No soy un maldito Ser. Ahora andando, Ripper, pronto estaremos en El Agasajo y más adelante, El Muro, no quiero tener que decir que te arrastré todas estas leguas para matarte antes de llegar con el Lord Comandante.


 
El hombre al cual Dick llamó como Ripper era el androjoso que todavía escupía restos de tierra al momento de reanudar la marcha. August se sintió idiota al saber que ya tenía al primer enemigo en la guardia, y no le quedaron dudas cuando éste viejo Ripper, que más tarde se enteró era un asesino y violador implacable, le miraba desde el suelo con los ojos inyectados en sangre.