Los grandes terrenos del Agasajo no
lograron desviar la vista del bloque de hielo y piedra que patrullaba la
guardia. Desde kilómetros de distancia August ya sabía que era la estructura
más imponente que había visto en sus 16 años de vida. Las torres de Invernalia
eran edificaciones que asombraban a cualquier hombre que posaba sus ojos sobre
el fortín de los protectores del Norte, pero pocos eran los que la habían visto
el Muro y menos aun los que habían vuelto hasta sus hogares a contar la
maravilla de Brandon El Constructor. Los hombres calculaban 300 millas de
longitud y aproximadamente 700 pies de altura. De solo imaginar la vista desde
la base August sintió ganas de vomitar..., con cada hora que pasaba el muro se
veía más grande a medida que se iban acercando, y cuando llegaron al Castillo
Negro pudo ver que desde la cima descendían corrientes de agua como si el mismo
se derritiese.
- Ciertos
días el Muro llora - Dijo
Dick cuando se posicionó a su lado.
- ¡Este
frío maldito que tala los huesos! – Dijo
a media voz un hombre que temblaba sobre su montura - Sureño - imaginó August - ¿pero de dónde?- Una mata de pelo negro de rasgos
faciales delicados, la tez morena y ojos color avellana, bigotes finos y una
barbita en punta sobre en el mentón. No llevaba túnicas de piel sino suaves
telas color arena, y de su espalda colgaba una lanza con la cual había amarrado
con cintas color rojo un par de monedas con figuras talladas de un sol.
- Los
dornienses están más acostumbrados a tener las arenas metidas hasta el culo,
¿no?- Le espetó un hombre desde
atrás, con sus palabras exhalaba aliento y temblaba ligeramente, aunque
disfrutaba ver al moreno quejarse desde hacía varias leguas, August notaba que
este había tomado las provisiones de cubrirse en pieles y forrarse las manos
entre guanteletes de tela.
- Los dornienses estamos más acostumbrados
aún a meterle el miembro a las putas del Dominio, - respondió rápidamente el otro - ahora que te veo
bien, Louis, entre ese montón de tela cualquiera podría creer que trajimos una
golfa de Altojardín antes que a un hombre.
Hasta Último Hogar se escuchaban las
historias de la eterna rivalidad entre Dornienses y los hombres del Dominio,
aunado a problemas entre sus casas mayores, los Martell y los Tyrell. Sabía
entonces August que de la caravana que llegaba al muro con nuevos hombres, dos
vendrían de aquellas lejanas tierras donde en una crecían las flores y el
verano era una eternidad, mientras que de la otra, las montañas y las vastas
extensiones estaban enterradas en la arena.
Los 11 hombres nuevos se fueron acomodando
en el patio de armas, donde Dick les había dicho que debían esperar. Según le
había dicho su padre antes de sumarse a la caravana de la guardia, se le hacían
pruebas a cada miembro nuevo para tener en cuenta sus aptitudes antes de
delegarle las funciones como hermano juramentado. August lo tenía claro. Lo que
lo que él quería ser era explorador en la guardia. En sus ventajas había
cabalgado y combatido en su hogar desde que tenía edad suficiente para montar y
sostener un palo con la mano, venía de una larga sucesión de caballeros y por
último y más importante, era del norte. No había en los siete reinos guerreros
más respetados que los descendientes de los primeros hombres. O al menos eso
les gustaba decirse a todos los hombres que viviesen por encima del Cuello,
donde se marcaba la diferencia entre ellos y los del sur.
Flexionaba y extendía ritmicamente los
dedos de la mano con la que desenvainaba cuando escuchó los pasos de un hombre
que sostenía la marcha y se posicionó delante de ellos.
Vestido completamente de negro, con la
capa ahondando al viento gélido que a la mayoría de reclutas tenía temblando,
incluyendo a August, Ser Alliser Thorne se presentó como el maestro de armas
del Castillo Negro. Su rostro gélido y sus ojos negros despedían crueldad y
repugnancia por los hombres que estaban en la formación. August prefería no
sobresalir y notaba que Ser Alliser buscaba el miedo en los ojos de los
hombres, por lo que el joven Bengal mantuvo la vista en frente y solo los movía
para parpadear, no sin dejar un pequeño
foco visión para el caballero que empezaba a sonreír cuando paladeaba el
nerviosismo de los nuevos.
-¡Asesinos, ladrones, bastardos y
traidores...! -fue lo
primero que dijo el caballero Thorne para dar la bienvenida a los nuevos
reclutas que estaban en la formación. Escupió a un lado y suspiró con
desaprobación - hace no mucho
la guardia todavía recibía hombres con la mitad de cojones de los que puedo ver
desde acá. - recorrió con la
vista a los 11 hombres de enfrente- Sé
por qué han venido aquí..., sí, conozco a los de su clase. Muchos argumentarán
que han venido por el honor de pertenecer a la Guardia de la Noche, - Para August fue suficiente con
escuchar aquellas primeras acusaciones. Prefirió poner la vista al frente, sin
ningún objetivo en particular pero con el rostro inflexible, ignorando las
palabras como cuchillos que arrojaba el Ser- ¡pero hasta un bruto
salvaje de los Puños sabría que han venido para esquivar la muerte por sus
fechorías de donde sea que viniesen!, - el
joven Bengal cerró los ojos y respiró lentamente. Conocía en el castillo de
Cerwyn a los de la estirpe de Thorne, miserables que disfrutaban ser
implacables con los indefendidos - y
también veo de los que han sido rechazados. Bastardos o traidores, da lo mismo,
ni piensen que se les darán mejores tratos al culo de alta cuna que arrastraron
hasta acá, sobre todo los que vengan pensando en poner sus apellidos por encima
de la Guardia. ¡Aquí no os vale nada! - August
sabía que se refería a él... y quizá también al dorniense. Sabía que quedaba
expuesto desde que entró por las puertas del Castillo
Negro sobre su negro alazán.
La cota de mallas, el yelmo pulcro, los guantes de cuero negro y el cinto de su
espada, no se podía ver la hoja pero desde lejos se notaba que era de acero
forjado en castillo. El mismo Bengal era un noble cuna de a leguas, contextura
de que nunca le faltaba la comida y con señorío al caminar, se había delatado a
sí mismo desde que bajó del caballo para formar.- Yo mismo elegí la Guardia antes que
servir a un usurpador, yo defendí Desembarco del Rey del león Lannister y a mí
fue quien se me dio a optar, vivir como un cobarde sometido a un indigno o la
hermandad del Muro..., ¡y elegí la Guardia! –
"Mentira", quería decir Bengal. Podrá engañar
a un sureño, pero no a un hombre del norte. Cuando se da a elegir el muro, la otra opción
es la muerte. Él lo sabía bien.
Notó que a su lado, el dorniense estaba
conteniendo las ganas de reír. Ser Thorne por su distanciada posición quizá no
se hubiese dado cuenta, o quizá estaba demasiado ocupado en sus palabras que no
notaba que el dorniense tomaba por chiste todo lo que salía de la boca del Ser.
- Éste hombre..., ¿acaso los
sureños también nos envían locos?, ¿sabe lo peligroso que es burlarse de un
caballero que te sea superior? - Si
lo llegaba a notar Thorne, se ensañaría con todos, podría matarle. Siguió
mirando al frente serio, rogando a que la mirada del hombre sobre la plataforma
no se posase lo suficiente en la primera fila para notarlo.
- ¡Aquí
han llegado como harapientos, como ladrones y como marginados!, quizá con paciencia y con mucho trabajo pueda
hacerlos hombres que valgan la pena ser juramentados, defenderán el reino y
morirán por él, sus pecados puede que hayan sido perdonados pero en el Muro no
se les dará ni una piedra pleitesía.
- ¡Ser Alliser! - retumbó una voz que entraba al patio con otro grupo de hombres, todos cuervos, todo negros - ¿has terminado de aplastarles la moral a los reclutas o todavía os falta un poco más?
August giró el rostro para identificar a quien se había atrevido a interrumpir a Thorne. En efecto era un hermano juramentado, su capa negra pegada a ambos hombros estaba derruida y cortada por lo que parecían restos de hojas de pinos, robles y sauces, - explorador sonó en la mente de August - tenía una sonrisa que mostraba gran cantidad de amarillos dientes, sus ojos expresivos con grandes cejas pobladas y la nariz ganchuda, dirigía una mirada fraterna a Ser Thorne y éste lo miró con desdén.
- El
Maestro de Armas es quien da la bienvenida a los reclutas en el Castillo Negro,
Ser Flanagan, harías bien en recordarlo.
- ¡Nunca lo he olvidado mi buen señor!,
puedes seguir machacándoles todo lo que se te venga en gana, yo puedo esperar
por acá. - El hombre tenía una media de 50 años pero
se veía fuerte como un roble. August vio que Ser Flanagan les guiñaba el ojo y
se acomodaba a un lado mientras daba paso a los hombres que venían a sus
espaldas. Detrás del envalentonado caballero venía un anciano con túnica de
Maestre y una gruesa cadena que colgaba de su cuello, haciendo tintinear con
cada endeble paso que daba, las arrugas de su rostro casi escondían los
pequeños ojos color violeta, y lo poco que quedaba de cabellos eran del color
de la nieve. Venía ayudado por otro más joven y más obeso, sonrosado y hecho
barbas negras en el rostro . El anciano vio a Thorne con amabilidad y sonrió.
- Ser
Thorne ha sido para los aspirantes a vestir el negro como el martillo
del herrero para forjar las buenas espadas. Su trabajo en
la guardia es pulir y hacer de los niños los hombres. -también
dirigió una mirada hacia August y los demás - Veo
caras de jóvenes, de valientes... y de perdidos.
- Por aquí, Maestre Aemon, con cuidado. -apremiaba el mayordomo obeso que le ayudaba a caminar-
A la misma tarima de viejos maderos desde
la cual Thorne juzgaba a los nuevos, subió con pasos atronadores un hombre
venido en años, con una calvicie pronunciada y ojos cansados, hoscos, como los
que acostumbran a ver la crueldad y las malas visiones de años de servicio. La
barba también blanca como la nieve y un cuerpo magullado por varias batallas,
fornido, cansado. August había oído sobre el viejo oso de la guardia incluso en
el castillo Cerwyn, del cual no se había escuchado jamás historia de deshonor,
a excepción de un hijo que llevaba varios años en el exilio.
- ¡El Lord Comandante de la Guardia de
la Noche, Jeor Mormont! - exclamó
el lord mayordomo Bowen Marsh, que instantes antes venía escoltando al maestre
Aemon.
Todos los hombres en el patio de armas
quedaron en silencio, solo se escuchaba el viento aullando que golpeaba los
hielos del muro, como el sonido de hombres que se lamentan desde lugares muy
lejanos.
- Durante
miles de años, desde la edad de los primeros hombres, la hermandad de éste muro
ha mantenido afuera a las amenazas que desde antaño han tratado de perturbar la
paz de los siete reinos. Desde las tierras del extremo Sur en Lanza del Sol
hasta Último Hogar, cuentan con la hermandad juramentada para proteger el reino
de los hombres. No importa quiénes fuisteis antes o por qué os enviaron aquí,
si deciden servir, todos sus pecados serán perdonados y tendrán una segunda oportunidad
para vivir como seres de bien. -August veía la cara del oso. Oso
porque esa era la figura que tenía el escudo de su Casa. Un oso sobre sus dos
patas traseras en posición de ataque. Pero el hombre ya había entrado en lo de
ser anciano, y el joven Bengal se preguntaba si tal condición no sería más una
figura débil para lo que debería significar la guardia. Calvo, con bolsas bajo
los ojos y mirada cansada, el lord comandante tenía más pinta de apunto de
derrumbarse que significar el escudo
que protege el reino de los hombres, pero en algo estaba de acuerdo
August Bengal, el oso representaba respeto ante los ojos de todos los hermanos
que vestían el negro, incluyendo a Thorne.
- Antes
de que los elijamos a cada uno sus funciones, se les separará de acuerdo a lo
que sepan hacer.
- ¿Lo
que sepamos hacer? - pensó
August - yo puedo cazar, puedo
pelear, puedo leer y escribir..., pero fuera de eso no sé en qué más podría
servir.
- Ser Alliser, Bowen, Noye, Maestre Aemon... os los dejo en sus manos. - Dio media vuelta el lord comandante y bajó de la tarima de donde los demás oficiales de la Guardia todavía observaban a los reclutas.
- ¡ATENCIÓN! - El grito del maestro de armas sorprendió a los hombres que todavía tenían la mirada en las espaldas del oso. - ¡COGED TODOS LAS ESPADAS QUE TIENEN DETRÁS Y FORMEN UN CÍRCULO, AHORA!
Espadas romas, sin filo..., todas para
entrenamiento, August se sintió mejor luego de saber que lo probarían en algo
que él sabía hacer, cogió una y la empuñó sobre su zurda con habilidad. Volvió
a notar la mirada de Thorne, de Noye y del anciano maestre, todos los demás a
excepción del dorniense habían sostenido las armas apenas habían escuchado la
orden, pero éste se quedó de pie, sin moverse.
- ¿No
has escuchado, o es que acaso has chorreado en tus calzones de arena? - Le preguntó en voz alta un
caballero joven que estaba presente, desde un rincón. Ser Waymar Royce se
había unido hacía poco a la guardia, pero por venir de una noble casa de los
Valles de Arryn, se le había dado un poder que hacía poco por ocultar. Rubio,
galante y con mirada llena de confianza volvió la mirada hacia Thorne y sonrió
para todos - ¡el dorniense
tiene miedo a que le magullen en combate!
- No peleo con espada, mocoso - el sureño siquiera había volteado el rostro a mirar a quien le había tratado de humillar en frente de todos- en Lanza del Sol esgrimimos éstas - y del borde de su espalda haló un extremo de madera cilindrico y lo sacó lentamente hasta tenerlo totalmente descubierto, de la punta contraría, una hoja de metal finísima en forma de sierra permanecía levantada encontra del cielo y el viento, Ser Waymar, a pesar de lo lejos, podía verse en el reflejo del arma, con sus ojos asustados, habiéndose metido sus palabras en el culo.
- Esto
no es un combate real, ¡soltad esa lanza!, - Ordenó
Ser Alliser a quien tenía la única arma capaz de rebanar miembros con solo
moverla en la dirección correcta.
El dorniense se mantuvo perplejo, miró a
Ser Alliser y obedeció, puso la lanza en el suelo y se quedó firme, con los
ojos cerrados.
- Donal...
parece que nuestro amigo solo podrá defenderse si usa ese estilo de arma - Dijo el maestre Aemon - creo que
es menester acercarle a nuestro nuevo recluta un instrumento al que
pueda acoplarse para participar en la justa.
El herrero de la Guardia, Donal Noye,
bufió con desaprobación y se retiró del patio de armas rápidamente apenas el
anciano maestre habló.
- ¡Tú,
el de la cabeza rapada, al centro, ahora! - Rugió
Thorne a un hombre que había venido con la caravana camino al muro, no había
hablado en todo el camino. El calvo miró a Thorne con ojos asustados y caminó
al centro con la espada sin filo.
- Le
decían "Mamo" en las tierras de los Ríos, donde me lo entregaron de
voluntario para la Guardia, - Dijo
Dick en voz alta. Se había posicionado a pocos metros de los hombres de negro,
y con los brazos cruzados, escupiendo cada tanto las hierbas que le gustaba
masticar - No tiene medio seso
en la cabeza.
- ¡Al centro, Mamo!, ¿me escuchas, pedazo de animal? - Ser Waymar Royce se puso en el centro, con la espada roma en su mano y en posición de ataque, todo hecho sonrisas y azuzando al calvo idiota mientras éste miraba a todos lados, confundido - ¡Ataca, mamo...!, ¿así es cómo os gusta que te den? - El joven caballero lanzó una estocada al hombretón asustado y éste gimió de dolor cuando la espada golpeó en su pecho.
- ¡Nooo...!
- Gimió el hombretón mientras
soltaba la espada y se cubría el rostro con las manos -¡perdónadme,
señor..., no sé pelear, no sé pelear!
- ¡Levanta la espada, ahora! - Gritó el maestro de armas claramente impacientado. Siempre había quienes temían a la confrontación, Thorne estaba acostumbrado a los cobardes, era su trabajo volverlos hombres - Dick, ¿bajo qué se os vino la idea de traer a éste cobarde aquí? - El calvo se cubrió el rostro con las manos y se arrodilló ante Ser Royce, que amagó un golpe y escupió al suelo.
- Asesinato
de tres hombres, una mujer y un niño, - señaló
Dick, sonriéndole a Thorne con sus dientes rojos por la hojamarga - negó todo ante los dioses viejos y
nuevos. Iban a colgarlo, o me lo traía a la guardia o era hombre muerto.
- ¿Asesinato? -pensó August - pero ni siquiera puede defenderse, no sabe siquiera coger la espada y defenderse del agresor.
- ¡Levanta, cerdo! - gritó ser Royce una vez más y pateó al calvo que estaba a sus pies, August veía que el joven caballero disfrutaba apaleando y humillando, no le dio tiempo de advertir cuando el cabeza rapada levantó su brazo y lo sujetó por la entrepierna, estrujando entre sus manos las pelotas del hostigador.
Ser Royce gimió pero no pudo gritar, la
otra mano le había sujetado el cuello y lo había levantado del suelo, el calvo
había sido rápido y no le había dado tiempo al joven que pudiese usar la
espada. El cabeza rapada apretó y de la garganta de Royce solo salió un lamento
ahogado, empezando a ponerse azul.
- Ahí
tienes a tu asesino, Thorne - Dijo
Dick desde su esquina y volvió a escupir. Esperaba que el calvo actuase, no era
idiota, Dick podía leer la mente y el corazón de un hombre solo viéndole a los
ojos. Sabía que al calvo le gustaba matar. - Es
hora de que alguien salve el trasero de Ser bolas estrujadas, o no le quedará
mucho más.
¡Tú, el de los dientes rotos! - Gritó Thorne nuevamente, August creía que se dirigía a él, pero vio que apuntaba a Ripper, el hombre andrajoso de Fuerte Terror con el que había tenido roces de camino al Muro - ¡Ve, ahora!
Ripper empuñó su espada, al menos eso sabía hacer, corrió hacia donde estaba el hombre que estrangulaba al hermano de la guardia, pero éste escuchó la orden de Thorne, y soltando la entrepierna del caballero, lanzó con un solo brazo a su victima quien derribó a Ripper y ambos cayeron desparratados en el piso del patio, a la vista de todos.
Varios hermanos negros explotaron en
risas, a excepción de Thorne quien había visto cómo vencían a Ser Royce solo
sujetándole los huevos. El calvo cogió la espada del caballero que había
vencido y miró al resto de hombre a su alrededor, parecía que sus ojos
brotarían de sus cuencas y la espumaba de la boca chorreaba por su barbilla y
el pecho.
Esto no va bien - Pensó August - no
está sujetando la espada por el mango - el
hombre sostenía la espada por el lado que con el que se debía cortar y golpear
al enemigo - Éste hombre no
está en sí.
- Por los dioses viejos y nuevos lo juró, pero un hombre que ha matado sabe encontrar los ojos de otro que ha disfrutado arrancando vidas – Dijo Dick desde su esquina, y aunque vio que el hombre encolerizado se acercaba a los otros dos que estaban en el suelo, no se movió. Ser Royce se levantó entre estertores y tos, se sujetó a la garganta y vio que tenía nuevamente al hombretón a unos pocos pasos.
- ¡Espada!
- graznó, su voz todavía no
había vuelto. Ser Alliser Thorne miró a los otros reclutas, todos estaban
esperando que les dijeran qué hacer, hasta August que no se había movido.
- ¡Tú!
- se dirigió hacia Louis, el
sureño que había discutido con el dorniense camino al muro - ¡coge la espada
y a él!
Louis desenvainó la espada aún mejor que Ripper. Se puso delante de Ser Royce, August notó que adoptó una posición clásica de defensa, blandió la espada roma en pos de él diagonalmente y aguantó la primera embestida del gigante, el cuerpo de Louis retrocedió, pero solo un poco.
- Es
fuerte - Dijo Bengal, con una
envestida así no habría muchos que pudiesen parar al rapado, quien volvió a
gritar y cargó la espada contra Louis.
Ser Royce se levantó y apartó de un
empujón a Ripper quien todavía estaba recuperándose del golpe en la tierra.
- Lo
pagarás con sangre, ¡ven aquí! - Y
el hombre venía, con el cuello lleno de venas brotadas desde todos los pliegues,
los ojos seguían inyectados en sangre y la espuma ya eran montones de baba
salientes de una boca que despedía guturales.
El hombretón volvió a golpear con la hoja
y Louis volvió a repeler con la suya, esta vez tambaleando hacia atrás, Ser
Royce aprovechó para estocar hacia la humanidad del loco, y éste aun pudiendo
esquivar recibió todo el impacto en su espalda. El rapado apenas lo sintió,
volvió el rostro para mirar a Royce y con el brazo de la espada lanzó una
horizontal que hizo vibrar el viento, Royce trató de repeler el golpe de la
hoja pero la fuerza bruta lo hizo retroceder a trompicones, un segundo ataque
hizo que las espadas volviesen a besarse y un tercero lo hizo retroceder aún
más. Giró en derredor del gigante, exhausto por las embestidas, pero éste no
mostraba ni un ápice de cansancio. Louis se corrió detrás del gigante y volvió
a golpear, la fuerza del guerrero del Dominio era más que la del joven
caballero negro, el hombre rapado gimió y se dio vuelta, parecía que solo ahora
se daba cuenta que bailaba con dos hombres al mismo tiempo. Uno por cada
flanco.
Ripper estaba volviendo a levantarse.
August lo veía sostener la espada corta y dudar entre unirse a la danza o
esperar. El gigante a quien habían llamado Mamo retrocedió ante los dos
hombres, estos volvieron a posicionarse en su frente, todavía en guardia.
August vio cómo Thorne sonreía porque pudiesen dominar al gigante rabioso, pero
lo que no vio era que detrás del rapado había un estante de donde habían
colgado un montón de armas, espadas cortas y largas, hachas arrojadizas,
martillos de guerra y arcos con montones de flechas. No eran armas para los
combates de entrenamiento, eran armas reales, todas afiladas, utilizadas por
los exploradores de la guardia para sus incursiones más allá del muro, August
vio los filos y las puntas cortantes de todas y cada una de ellas, armas que
podían desgarrar, cortar, lacerar y matar.
Antes de que Bengal pudiese advertir algo,
Thorne y Dick ya habían visto el estante.
- ¡No dejen que coja las armas! - Gritó Thorne.
-¿Qué armas? - respondió Ser Royce, hecho una furia contra el gigante, su
labio manaba sangre y su pecho subía y bajaba por la respiración angustiosa,
estaba exhausto. Louis arrastraba una pierna y su equilibrio parecía tambalear,
Mamo al verse descubierto corrió hacia la mesa y levantándola con sus dos
brazos sobre su cabeza la arrojó contra ambos hombres que habían cometido el
error de ponerse demasiado juntos. No tenían escudo, la mesa se estrelló contra
los dos y se partió sobre ellos.
- ¡Ser
Thorne, ésto se está saliendo de control, ese hombre matará a Ser Royce si le
dejamos! - El lord mayordomo
Bowen Marsh se dirigió ante el maestre de armas, Thorne estaba a punto de dar
la orden a otros hermanos de que contuviesen a Mamo cuando August Bengal saltó al medio y se
plantó frente al gigante, con la hoja desenfundada, Mamo sostenía un hacha y
una espada, afiladas, August solo una con punta roma en su izquierda pero el joven Bengal
había visto varios minutos de combate de Mamo, sabía cómo iba a moverse, había planeado cómo lo iba a hacer... y estaba encantando de demostrarle a Ser Thorne cómo en el Castillo Cerwyn se les enseñaba a los hombres a justar la danza de las espadas.
Mamo embistió.