miércoles, 3 de febrero de 2016

El Cilindro



PELIGRO

FINAL DE LA VÍA 6 KILÓMETROS



El letrero verde de señalización lo pasó sin apenas mirarlo, a unos 120 kilómetros por hora mientras aumentaba el volumen del reproductor. 

Las luces traseras del Mustang verde oliva 1977 ya no encendían desde hacía varios años, pero poco importaba en ese momento porque no tenía intenciones de frenar. Iba decidido a acelerar hasta el último tramo. De las bocinas saturadas salía shadow fury a todo lo que daban los pequeños parlantes, se contentó por un momento porque le gustaba como sonaban aquellos bajos con el viento metiéndose por las ventanas y las llantas rebotando entre los continuos baches y pedregones. La humareda que debía estar levantando seguro podría sacarle una neumonía a cualquier desgraciado que encontrase mal parado por los lados de la carretera, pero dado que la vía estaba en construcción, las probabilidades de encontrar a ese alguien a media noche para joderle la existencia estaban más cercanas a cero que a nada. 

Entre sus índice y medio de la mano derecha ardía el cilindro con una llama rojiza, la única luz dentro de la cabina del vehículo. La punta roja soltaba colillas grises y humo que dibujaban siluetas de muerte rápida al enfrentarse al viento. Se lo llevó a los labios y caló. La depresión del sistema nervioso central fue instantánea, su mano izquierda casi se desvaneció y el volante dio un giro en donde el mustang casi se sale de la carrera a más de 130 km/h, entonces sostuvo con más fuerza y logró emparejarlo antes de los desniveles laterales. 


PELIGRO

FINAL DE LA VÍA 4 KILÓMETROS

RETORNO


En el tablero la aguja ya pasaba los 150 km/h y el vehículo volaba por la carretera de tierra donde ya no sentía los baches sino un ligero deslice sobre el suelo. 

Las idas con el bata blanca meses atrás solo habían servido para hacerlo tragarse tabletas que lo hacían sonreír sin verdaderos motivos. Era una sensación cosquilleante donde le empujaba un falso júbilo, se odiaba al tomar aquellas tabletas que lo mantenían pensando en pajaritos preñados mientras las horas del trabajo se hacían menos infernales.

- Maldita sea toda esta mierda. 


No había cosechado los hábitos decentes. Pero sabía que se había esforzado lo suficiente. El mundo que le había tocado no había sido menos desgraciado que otros pues todos convivían en uno donde se daban mil vueltas y a veces quedabas arriba, otras abajo, y a veces tenías que comer tierra unas dos o tres veces para levantarte, dar unos pasos otra vez y seguir en la carrera de la rutina de mierda que a éste lo tenía hasta los huevos. Por eso había dado con la idea de tomarse unas tres tabletas de un solo golpe y darse un paseíto duro en el mustang, a todo lo que le diese la gana, como le contaba que lo había hecho su fallecido papá en otras décadas.

Se llevó de nuevo el cilindro encendido a la boca y lo caló otra vez, y otra vez vino el mareo y otra vez su mano volvió a titubear un solo microsegundo, pero esta vez las pastillas le habían puesto más a tono, así que presionó el volante con fuerza y vio como de los lados el viento volaba, él volaba y los árboles eran vencidos a una velocidad que nunca había tocado antes, o quizá eran las drogas en su mente, o quizá el cilindro quemándose en sus dedos, en su boca, en sus pulmones y en su cerebro cada vez que lo calaba y cada vez que el humo se disipaba contra el viento haciendo maromas antes de morirse rápido como él quería morirse, rápido, a todo lo que daba el V8 dentro de la cajuela, muertas y frías las luces de atrás quería apagarse rápido como el cilindro.


¡PELIGRO!

FINAL DE LA VÍA 1 KILÓMETRO

RETORNO

CAÍDA CUMBRE DEL DIABLO


Aprovechó un estrecho momento para soltarse el cinturón, el ¡click! a su derecho lo hizo chillar de la risa, se llevó el ya casi pequeñísimo cilindrillo a la boca y lo inhaló todo, no dejó nada más y aguantó el humo negro que se metió entre sus pulmones, capilares, entró al torrente y en su cerebro explotaron neuronas como cotufas, el hormigueo siguió dirección ascendente desde sus dedos del pie hasta el último pelo de la coronilla, sus ojos lagrimearon por la velocidad y el tierrero que se metía dentro de la cabina, la carretera no era ni siquiera camino sino un pedregal bachoso donde el mustang iba dando tumbos de a poco cada segundo con un retumbo y se escuchaban los montes y las ramas partiéndose por debajo de las llantas. 

Entonces vio el gran agujero negro a menos de 800 metros. El boquete que de niño llamaban Cumbre del Diablo enorme y profundo, oscuro y dormido durante nosécuantosaños y que él iba a despertar en vuelo del verde oliva que venía a casi 170 km rompiendo todo y viendo la verja de seguridad cada vez más próxima.

Hundió el embrague al mismo que el acelerador y soltó el primero a todo lo que pudo el pie, el V8 del Mustang cobró vida, rugió como un monstruo sacado de las mejores películas

¡GRRRRROOOOOOOOOOOMMMMM!

 y se clavó contra la verja, la partió como un papel y hombre, máquina y restos de cilindro volaron para despertar en un solo grito  al diablo dormido dentro de la cumbre.