viernes, 3 de febrero de 2017

Un Hacha más allá del Muro V













August se movió a la derecha esquivando la primera embestida de mamo. Pasó tan cerca que sintió cómo vibró el aire casi rozándole la piel.



-         Demasiado fuerte, si me golpea estaré acabado – Bengal recordaba con qué facilidad el grandote había lanzado la mesa contra Ser Waymar y Louis – No solo es su fuerza, también es su brutalidad que le da un plus en combate físico, empieza con el pie derecho la carrera y por la forma como sostiene el hacha, usa la izquierda para finalizar la embestida.





August puso su pierna izquierda delante y la derecha atrás, empezó a dar pequeños saltos cortos, necesitaba ser rápido contra un hombre que no podría vencer a la primera, mamo ya llevaba varios minutos de combate y apenas sudaba, Bengal reparó en esto y tragó saliva.



Mamo embistió otra vez, August esquivó y apuntó contra su nuca, falló y le dio en la espalda, el gigante rugió y giró sobre su propio eje, el hacha afilada se dirigió directo a su cuello pero Bengal había anticipado esto y se dejó caer al suelo, el hacha pasó volando cerca y pudo ver cómo pasaba por encima de su cabeza mientras él se acercaba al piso, la fuerza de Mamo había sido tal que su cuerpo se dejó llevar por la dirección de su brazo y trastabilló en su equilibrio, quedando solo sobre el pie derecho, August no lo dudó y desde el suelo con la suficiente fuerza pateó detrás de la rodilla del rapado y ésta doblándose, hizo que el gigante cayese sobre su rodilla.



August gateó rápido alejándose de mamo y volviendo a levantarse, vio a todos los hombres alrededor de él…, Dick escupía desde su rincón y otros hermanos de la guardia le habían dado el espacio para enfrentarse a mamo, nadie se metía, era su oportunidad para presentarse ante todos. Le hubiese gustado saborear más el momento pero ya tenía al gigante encima.



Mamo atacó primero con el hacha de su mano derecha, August trató de desviarla con su espada, graso error, la fuerza del rapado era cinco o seis veces la de Bengal, apenas las armas se tocaron los brazos del joven vibraron al sentir la brutal fuerza del gigante. La espada sin filo voló de las manos de August y se enterró sobre la tierra gélida.



-         ¡Es un monstruo! – Pensó Bengal. Pero pensar era un gusto que no podía darse, esta vez el hacha de la mano izquierda era la que iba a descender sobre su cabeza, pero August esto también lo sabía…, Mamo terminaba las envestidas con la izquierda, siempre con la izquierda, así que Bengal solo tuvo que dar un paso al lateral y ver cómo la humanidad de mamo pasaba de largo, el gigante volvió a quedar sobre una pierna y August, posicionándose detrás del gigante, con un salto se afincó totalmente detrás de la rodilla de mamo, esta se dobló, tronó y el gigante cayó al suelo.



Cuando August tomó la espada desde el mango, desatascándola del suelo, veía a Mamo tratar de levantarse y caer, luego volvía a gritar y se tomaba con las manos la rodilla.



Lo miraban todos los hombres en el patio de armas, Ser Thorne lo escudriñaba desde su posición en la tarima y Dick se acercó a él, palmeando su espalda.



-         Bien hecho, muchacho. – Escupió la hojamarga roja como la sangre y miró a Thorne – buen recurso el de dejarse caer y golpear al monigote en la pierna de apoyo. Se ve que esos del Fuerte Cerwyn entrenan bien a sus hombres.



Se necesitaron varios hermanos de la guardia para contener a mamo mientras se le obligaba a tomar la leche de amapola que lo dejaría sedado varias horas.



-         Al gigante lo saqué de las mazmorras de un castillo en las tierras de los ríos, – Le dijo Dick a Ser Thorne cuando éste bajo a posicionarse para examinar de cerca a Mamo, Dick volvió a escupir su hojamarga y miró al hombretón desmayado – había una gran confusión cuando llegamos al lugar a pedir voluntarios para la Guardia…, el maestre del lugar me informó del caso de éste hombre a quien se le llama Mamo. Ha habido asesinatos en varios caminos verdes, sobre todo en las cercanías de las carreteras que van entre Molino de Piedra, Aguasdulces y Seto de Piedra. Este hombre vivía cerca de una posada del Hombre Arrodillado, parece que repartía y vendía panceta hecha por su vieja madre, el caso es que en su guarida se han encontrado pertenencias que se podrían haber relacionadas con las víctimas. Se le dio orden de captura y se le sometió a juicio. A pesar de que el veredicto se había aplazado por la imbecilidad de éste sujeto a la hora de actuar, mucha gente tenía en duda que éste hombre fuese el autor de los crímenes.



-         ¿Y qué has pensado tú, Dick?- Preguntó Ser Flanagan.



Dick volvió a escupir al suelo, la mezcla viscosa color vinotinto se chorreaba entre su labio inferior, como si fuese sangre, le sonrió al explorador.



-         Los que hemos matado podemos encontrar los ojos del asesino con solo mirarlo…, cuando vi a éste hombre encerrado en su celda, acurrucado y llorando, con solo ver sus ojos, supe que era culpable. Ofrecí traérmelo y los señores del lugar me lo concedieron.



-         Entonces a vuestro criterio este hombre es culpable de los crímenes por los cuales fue acusado, ¿o me equivoco?- Señalaba el Maestre de Armas del Castillo Negro.



-         Culpable es, Ser Thorne.



-         Culpable de asesinato despiadado y encima cobarde. Debisteis dejar que lo colgaran, Dick.



El Maestre Aemon, quien había permanecido en silencio en sus túnicas, se acercaba al patio central ayudado por el brazo de Bowen Marsh, Bengal veía cómo Mamo era llevado por varios hombres al interior del Castillo Negro, arrastrado sobre una improvisada camilla que servía para movilizarlo dado su tamaño y peso.



-         Cualquiera de estos hombres, Ser Thorne – Hablaba el Maestre con su  anciano y quebradizo tono – ha tenido en sus vidas pecados qué arrastrar, pero aquí en la guardia pueden redimirse y ser útiles para proteger el reino de los hombres.



Ser Thorne apenas reparó en las palabras del anciano y mandó a los reclutas a formar otra vez.



-         Menos tú…, - Se dirigió a August Bengal - ¿Castillo de los Cerwyn, eh?, estoy seguro que no ha sido de mucho esfuerzo para ti vencer a basuras como esa, ¿no?, después de todo…, - Le miró desde arriba abajo con malicia – se te ha entrenado para pelear, ¡sube esa espada, veamos de qué está hecho el chico!



August Bengal volvió al centro donde minutos antes había bailado con Mamo, estaba tranquilo, era más riesgoso pelear contra un hombre que quería matarlo a vérselas contra uno que solo pensaba en desarmarlo. Los combates de entrenamiento en los patios de armas siempre terminaban cuando uno de los oponentes dejaba al otro sin arma, no había mucho de lo que perder, excepto por el respeto. August no quería perderlo.



Ser Thorne miró al resto de hombres, Ser Waymar Royce todavía tocía en una esquina, Louis estaba volviendo a la fila y Ripper no iba a ser oponente para Bengal. Miró a los otros hombres, todos pintas de granjeros o mal vivientes, la clase paria de los siete reinos – a excepción de los que llegaban como voluntarios del Norte – llegaban en grupos grandes, hambrientos, confundidos y muchos sin saber alzar un palo para luchar.



-         ¡Eh… dorniense, aquí tú lanza!  - Donal Noye apareció nuevamente y lanzó al hombre una vara roma cuya longitud y diámetro era bastante parecido al arma que había depositado el sureño en el suelo, sin la hoja afilada. El dorniense la sujetó y la hizo girar en su mano dos veces, luego la ahincó al suelo y la sobó. Bufió y soltó a regañadientes.



-         Servirá…



-         ¿Entonces qué estáis esperando? – Le espetó el maestro de armas mientras volvía al tarimado, el viento sopló gélido y la capa negra se estiró tras sus hombros, dibujando formas arcaicas, al tiempo que su guante también negro señaló a Bengal – ¡El chico de Cerwyn te está esperando!



August estiró las piernas y resopló. Aprestó la espada sin filo y volvió a la posición típica de guardia, la sabida desde años, pierna izquierda adelante y derecha atrás, saltos cortos y rápidos.



-         << No he visto cómo lucha – pensó Bengal – y él sí ha podido verme…, debo ser rápido. Usa una lanza, así que debo esperar estocadas directas, debo pelear de cerca, los de lanzas siempre usan el combate a media distancia >>



El dorniense dejó su bolsa sobre el suelo, enterró su arma y descolgó de ésta dos medallones con figuras del sol de Dorne, uno color dorado y el otro rojo, ambos estaban sujetos con un cordón ligeramente amarillo y luego de besarlos los ató a la vara con la que iba a justarse.



Por un momento el viento gélido dejó de soplar en el Castillo Negro, las banderas y las capas dejaron de moverse y hubo silencio. August sólo escuchaba su corazón, ahora latía con fuerza y podía sentirlo en su garganta, la diferencia de pelear con mamo a pelear con un hombre que sabía de armas era abismal, aunque por un segundo Bengal apretó las muelas y dio un paso al frente, había justado con hombres de la misma edad, más jóvenes y más viejos que el que tenía delante.



-         << ¡Evita el combate de media distancia, mantenlo cerca y no tendrá espacio para usar la lanza! >> - Pensó Bengal casi en voz alta, empuñó la espada y se abalanzó sobre él, tres pasos largos en esprint y lanzó una estocada directa al costado izquierdo, un leve pero firme movimiento de la vara detuvo el avance del arma de August.



-         << ¡No lo moví ni un poc…! >>



Un puñetazo aplastó el cartílago nasal de Bengal, crujiendo como una nuez bajo una pesada bota, solo que la nuez era la nariz del joven y la bota eran los nudillos del dorniense que se habían impactado sobre su cara. Los ojos de Bengal se vinieron en lágrimas, y antes de replegarse y volver a ponerse en posición de guardia la vara de punta roma se enterró sobre su vientre, sacándole el aire y empujándole hacia atrás con mucha fuerza.



Trastabilló dos pasos e hizo un esfuerzo sobrehumano para quedarse de pie, abrió los ojos y estos estaban inundados en aguas. Toda la guardia lo había visto.



-         << ¡Ya estaría muerto…! >>



Pero no lo estaba, solo estaba noqueado y confundido, en su rostro la sangre manaba a borbotones, metiéndosele entre la boca y llenando de hierro el sabor de la lengua y calentando su cabeza.



El dorniense apenas se había movido, con un solo movimiento de su derecha había detenido la estocada de August y había dejado a éste sin guardia para recibir el golpe que lo había terminado partiendo, el segundo golpe con la vara solo había servido para sacar la distancia tan preciada de los hombres que pelean con la lanza. El sureño giró la vara sobre su mano y la clavó verticalmente sobre el suelo, en posición de espera, como quien da por terminado algo.



-         ¡Ve a llorar al castillo de los Cerwyn! – Escuchó a la lejanía, no estaba del todo orientado pero podía recordar el timbre de voz de Ser Waymar Royce, casi en éxtasis.





¿Cuándo había sido la última vez que había sangrado?, ¿contra quién?, ¿había sido de la mano de Claud, su hermano?, no, Claud apenas podía aguantar la ráfaga de August en los combates del fuerte, éste nunca habría podido tocarle la cara, ¿habría sido Ser Bastian?, tampoco, su hermano mayor no le habría roto la humanidad a propósito… y menos en un fogeo de entrenamiento. ¿Esto era lo que se sentía ser roto?, ¿había podido alguien tocarle en sus años de escudero en el castillo Cerwyn?, un hombre acababa de hacerlo, un sureño, y apenas se había movido para vencerlo y dejarlo en ridículo ante todos.



-         ¡Dick…, cada vez los traes peores… dile al norteño que se quite del medio, en vez de sangre de la nariz tendría que recogerse las tripas en un verdadero combate! – Espetaba desde la tarima Ser Alliser Thorne.



August Bengal volvió a alzar la espada y se posicionó en la ensayada guardia, todavía manaba sangre de la nariz y de sus ojos escapaban algunas lágrimas.



-         Ya estáis muerto, chico…- Le dijo el hombre de la vara, con una ligera sonrisa y sus entrecerrados ojos, August sabía que éste disfrutaba diciéndolo.



-         << Cometí un error subestimandolo, dejé mi guardia descubierta…, ¡pero no volverá a pasar! >>





August dio de nuevo sus saltos cortos, sintió cómo todos los observadores hacían silencio nuevamente; aunque había sido derrotado, se notaba que todos querían ver un segundo encuentro, había sido tonto dejarse vencer así del dorniense y los demás lo sabían, querían un segundo encuentro y August iba a dárselos.



El joven Bengal tomó impulso y cortó los 2 metros de distancia en menos de un segundo. El Dorniense levantó la lanza del suelo, atajó la estocada de August como lo había hecho la primera vez, pero antes de que pudiera pensar en usar su otra mano tenía el puño de August en el estómago, hundiéndose, el dorniense escupió saliva y retrocedió, August dio un giro sobre su propio eje y alzando su pierna buena, dirigió una patada al pecho del sureño, pero el dorniense puso la lanza nuevamente y amortiguó más de la mitad de la fuerza del impacto. August vio su oportunidad fallida, pero cederle espacio al dorniense era tener las de perder, lanzó con uno, dos, tres estocadas seguidas, todas muy cortas, y una y otra y otra vez el dorniense las repelió, siempre cubriéndose y alejándose más del norteño.



-         << Aún con el golpe, no he podido quitarle la destreza de la maldita lanza… es fuerte >>



El hombre de la lanza en pequeño espacio de tiempo sacó unos metros de Bengal y flexionó las rodillas, giró la vara un par de veces y la dirigió hacia August, éste rechazó a duras penas, se sentía mareado y la espada le pesaba, otra vez una vertical de la lanza se vino sobre su hombro, August la detuvo, pero no con la suficiente fuerza y ésta terminó de igual forma sobre su cuerpo, aunque casi sin potencia.



August sudaba, le faltaba el aire y las piernas las tenía lentas.



-         << ¡Hace minutos habría podido detener eso, es rápido y fuerte!…, no creo tener la energía para sofocarlo a poco espa… >>



El hombre de la lanza se abalanzó contra él, un extremo de la vara vino a August y éste la dejó pasar moviéndose hacia la derecha, Bengal, en último recurso desesperado golpeó la vara del hombre, pero no sirvió, pues la espada de Bengal era la que ahora estaba en el suelo, sin ella estaba perdido…, no lo pensó dos veces y poniendo una mano en la vara y otra en el cuello del dorniense, lo empujó hacia atrás…



-         ¡Maldito crío! – Escuchó balbucear al sureño, todos alrededor gritaban, pero August solo se concentraba en enviar al dorniense al suelo, empujaba con la mano al cuello de aquel hombre y con la otra halaba la lanza, no dándole espacio para usarla.



-         << Debo quitársela rápido…, cada vez me cuesta más mantenerme en pie!>>



Años combatiendo, cazando en los bosques, cabalgando y preparándose para ser un caballero, Bengal tenía una fuerza prodigia para su edad, veía al dorniense perder color en las mejillas, la cuenca de sus ojos y sus labios llenarse de un tono azul-violáceo, y cada vez iba quitándole más la lanza, maldiciéndolo en voz baja, apenas en balbuceos, no podía quitarse al joven norteño de encima, el espacio era demasiado preciado y August se lo había quitado todo.



-         << ¡Lo tengo…, es mío! >>



Alrededor del patio los hombres gritaban, unos apoyaban a August, otros al sureño, pero nadie apartaba la vista de los nuevos reclutas, ya se había perdido el fogueo de las armas, ahora era una contienda de vencer al otro a fuerza bruta, la cara de Thorne expresaba diversión, quizá por eso no había dado la orden de que estos se detuvieran; incluso detuvo a Donal Noye cuando trató de dar la orden de que se separaran, alguno tenía que caer, y ya faltaba poco para ello.




-         ¡Suelta la maldita lanza…, suéltala ahora! – Le dijo Bengal al sureño en el espacio corto en que estaban. La visión de August era borrosa y su nariz no dejaba de sangrar, el dorniense claramente fatigado trataba de escapar del brazo de su opresor, inútilmente, hasta que por fin soltó la lanza.



A Bengal no le dio tiempo de reaccionar, el dorniense soltó la lanza, liberando su brazo y con una dirección recta, mandó la palma hacia la mandíbula del joven.



August no sintió el dolor del golpe, apenas había visto la lanza liberada, una leve presión en su rostro y todas las luces se habían ido.