Hace bastante tiempo, un aproximado de dos
años, he querido escribir una opinión personal del fracaso relativo de las
mujeres y los hombres, en el intento obstinado por comprender la personalidad
de sus opuestos.
Nos englobaba Darwin como un ser racional, pero
animal en su origen fundamental, sujeto a las mismas imperfecciones naturales
que el resto de seres vivos, y por lo tanto, en constante aprendizaje sobre lo
que somos y confundidos entre lo que “creemos” que somos.
Siendo mamíferos, primates, de la clase de los
homínidos o humanos, con profundas habilidades mentales y complejas para el
lenguaje, el aprendizaje y la experiencia, olvidamos con facilidad que formamos
parte del reino de lo efímero y lo mortal. Y en ese olvido recurrente de lo que
somos y confusión constante de lo que creemos ser, aparecen ideas que confunden
año tras años las generaciones, incluido a mi mismo hasta hace poco tiempo.
Inicio un corto inciso histórico sobre las
mujeres y los hombres a continuación.
En un ambiente primitivo, de aproximadamente unos
7000 años atrás, antes de la invención de la escritura, la esperanza de vida
era menor de los 30 años, la condición de pobreza extrema era el orden general
dado que es al mismo tiempo es el estado natural de las personas (Ludwin Von
Mises). En esta situación – abominable- de miseria, dado que la supervivencia
no era un estado de bienestar sino de lucha constante contra la muerte, el
cerebro humano (y el de casi todos los animales) diseñó un instinto que
aumentase las probabilidades de subsistencia en un ambiente completamente
hostil, de acuerdo con las herramientas físicas y por lo tanto naturales, con
las que contase en este caso el cuerpo físico.
Desde el punto de vista antropométrico y fisiológico,
las mujeres y los hombres son generalmente desiguales, y a pruebas objetivas me
remito: Peso, talla, masa muscular, fuerza física, todas influencias por
elementos proteicos hormonales sujeto a órganos con propiedades endocrinas. Los
niveles de testosterona, hormona foliculoestimulante, luteinizante, estrógeno,
no solo son cuantitativamente diferentes entre los hombres y las mujeres, sino
que diseñan físicamente el cuerpo y todos los caracteres objetivos y medibles
en propiedades distintas, esto no es filosofía u opinión, es ciencia estudiada
(Fisiología, Guyton)
Volviendo al ambiente salvaje prehistórico, el
cerebro humano por más primitivo y subdesarrollado (en comparación al de la
sociedad moderna), utilizará sus facultades para desarrollar una serie de
patrones innatos y heredados, que pasarán de generación en generación, con la
principal finalidad de aumentar matemáticamente la probabilidad de
supervivencia, de acuerdo con las herramientas físicas con las que dispone.
El hombre, al contar con más fuerza física, en
el estado primitivo de lucha y caza, tiene mayores probabilidades brutas de
sobrevivir, pero dado que el humano no se reproduce por división mitótica,
necesita de su contrario sexual para perpetuar la especie. El instinto del
hombre, al tener mayores probabilidades de supervivencia, no se enfoca
directamente en la subsistencia personal, sino en la indirecta. La indirecta en
este caso, es la lucha constante contra la extinción de la especie, dado que el
hombre se sabe mortal, enfoca parte de su energía vital en la reproducción, en
el acto sexual.
El instinto del hombre le enviará patrones de
búsqueda innatos y no aprendidos sino heredados desde la prehistoria, patrones
que identifiquen instintivamente al contrario sexual con mayores probabilidades
de perpetuar la especie expresadas en valores físicos. Las preguntas que
podemos ahora formular es, ¿cuáles son estos patrones de búsqueda?, ¿cuáles son
los valores físicos?, aquellos que representen, insisto, las mayores
probabilidades matemáticas de perpetuar la especie, dicho estos sean, las
mujeres con mejores atributos genéticos expresados en valores fenotípicos.
Ø Mejor pelvis para el parto, las que
son más grandes y voluptuosas (pelvis ginecoide)
Ø Mejores senos para la lactancia de
la cría, las más grandes (mayor tamaño de glándula mamaria)
Es por
esto que ciertos patrones de estándares de belleza se mantienen durante siglos,
y los hombres reaccionan instintivamente atraídos hacia la mujer que cuente con
estos atributos fenotípicos. Es por esto también, que el hombre piensa más en
la reproducción, o en el acto sexual. Porque el instinto lo empuja hacia la
lucha indirecta contra la extinción, que es el acto reproductivo. El hombre, en
su mayoría piensa más en esto, y es más tentado a practicar la poligamia,
porque a mayor número de parejas sexuales y mayor número de actos sexuales,
mayor número de probabilidad de perpetuar la especie, esto es un código de
mensaje natural no moral, no ético, ni siquiera saludable, sino instintivo y
reproductivo.
La mujer, por lo general, no cuenta con los
mismos atributos de fuerza física, masa muscular o altura que su contraparte
masculina. En relación al hombre, en un sentido fáctico en el mundo primitivo y
hostil, cuenta con un número bruto de menor posibilidades de supervivencia,
donde la lucha directa contra elementos bióticos y no bióticos ponen en ventaja
al hombre respecto a la mujer, en algunos sentidos. Es por esto, que el cerebro
femenino, tan igual de capaz que el del hombre – aunque muchos estamos
convencidos de que es ligeramente superior – diseña y estructura un mensaje
intintivo igual innato, no aprendido y con capacidad de heredarse por
generaciones. Así como en el primer inciso el hombre establece un vínculo de
supervivencia el cual llamamos indirecto, reproductivo, la mujer, o el instinto
femenino, establece un vínculo de supervivencia directa.
El instinto de supervivencia heredado en las
mujeres, es en su mayoría directo y propio. Este se expresa en encontrar la
asociación o simbiosis con el ente, en este caso pareja, de mayor número de
posibilidades de estabilidad y supervivencia. Ahora, ¿cuáles son estos
parámetros?, en un sentido primitivo y prehistórico, en una sociedad no
desarrollada, el individuo con más poder físico, más grande, más fuerte, el jefe
o jefa de la manada, es la que expresa el mayor poder en el grupo, y por lo
tanto el que más acceso tenga a los recursos que permitan la subsistencia. En
una sociedad moderna, aunque algunos hayan cambiado, el mensaje estructural de
supervivencia de la mujer todavía persiste, y esto lo vemos cuando las parejas
más codiciadas por la mayoría de mujeres vienen siendo personas que cumplen con
estas características:
Ø Mayor poder político o social.
Ø Mayor cantidad de dinero
Ø Parejas que puedan garantizar la
protección y la salvaguarda
Es por esto que en su mayoría, a las mujeres
les es más práctico establecer vínculos de monogamia con su pareja, puesto que
esta representa mayor probabilidad de estabilidad y por lo tanto (en un sentido
primitivo) mayor probabilidad de supervivencia, contrario a la idea poligámica
(casi siempre a la que se encuentra instintivamente atraído el hombre), el cual
representa menos estabilidad y balance directo.
En la naturaleza y el instinto por la
supervivencia no existen términos como la moral, la ética, lo correcto o
incorrecto, el bien o el mal. Estos simbolismos y definiciones surgen después
del desarrollo y a medida que nos separamos del mundo primitivo para
encontrarnos en sociedad civilizada. Pero el instinto humano, codificado y
enviado a través de generaciones, no sabe que está en un mundo donde se pagan
impuestos, se va a la universidad o se debate sobre el aborto. El instinto
humano no es capaz de razonar; es lo que resta del primitivismo, lo que queda de
una era que representó lo peor y lo más crudo de la vida, pero que a base de
voluntad y esfuerzo pudo levantarse para soltar las cadenas de la miseria, cada
vez con más ímpetu.
Por eso el error fundamental, y el choque
constante entre géneros que surge tras evaluar a los hombres y a las mujeres
desde un punto machista o feminista, surge por ignorar la perspectiva instintiva.
Si se ignora que somos diseños diferentes, que la naturaleza nos ha moldeado de
forma particular, de acuerdo a nuestras herramientas fisiológicas para
sobrevivir, nunca vamos a encontrar las igualdades que nos conecten y por lo
tanto el resultado de los debates será no solo errático, sino insuficiente y
completamente equivocado.