lunes, 28 de noviembre de 2016

Un Hacha más Allá del Muro III

Los grandes terrenos del Agasajo no lograron desviar la vista del bloque de hielo y piedra que patrullaba la guardia. Desde kilómetros de distancia August ya sabía que era la estructura más imponente que había visto en sus 16 años de vida. Las torres de Invernalia eran edificaciones que asombraban a cualquier hombre que posaba sus ojos sobre el fortín de los protectores del Norte, pero pocos eran los que la habían visto el Muro y menos aun los que habían vuelto hasta sus hogares a contar la maravilla de Brandon El Constructor. Los hombres calculaban 300 millas de longitud y aproximadamente 700 pies de altura. De solo imaginar la vista desde la base August sintió ganas de vomitar..., con cada hora que pasaba el muro se veía más grande a medida que se iban acercando, y cuando llegaron al Castillo Negro pudo ver que desde la cima descendían corrientes de agua como si el mismo se derritiese.

- Ciertos días el Muro llora - Dijo Dick cuando se posicionó a su lado.

- ¡Este frío maldito que tala los huesos! – Dijo a media voz un hombre que temblaba sobre su montura - Sureño - imaginó August  - ¿pero de dónde?- Una mata de pelo negro de rasgos faciales delicados, la tez morena y ojos color avellana, bigotes finos y una barbita en punta sobre en el mentón. No llevaba túnicas de piel sino suaves telas color arena, y de su espalda colgaba una lanza con la cual había amarrado con cintas color rojo un par de monedas con figuras talladas de un sol.

- Los dornienses están más acostumbrados a tener las arenas metidas hasta el culo, ¿no?- Le espetó un hombre desde atrás, con sus palabras exhalaba aliento y temblaba ligeramente, aunque disfrutaba ver al moreno quejarse desde hacía varias leguas, August notaba que este había tomado las provisiones de cubrirse en pieles y forrarse las manos entre guanteletes de tela.

- Los dornienses estamos más acostumbrados aún a meterle el miembro a las putas del Dominio, - respondió rápidamente el otro - ahora que te veo bien, Louis, entre ese montón de tela cualquiera podría creer que trajimos una golfa de Altojardín antes que a un hombre.

Hasta Último Hogar se escuchaban las historias de la eterna rivalidad entre Dornienses y los hombres del Dominio, aunado a problemas entre sus casas mayores, los Martell y los Tyrell. Sabía entonces August que de la caravana que llegaba al muro con nuevos hombres, dos vendrían de aquellas lejanas tierras donde en una crecían las flores y el verano era una eternidad, mientras que de la otra, las montañas y las vastas extensiones estaban enterradas en la arena.

Los 11 hombres nuevos se fueron acomodando en el patio de armas, donde Dick les había dicho que debían esperar. Según le había dicho su padre antes de sumarse a la caravana de la guardia, se le hacían pruebas a cada miembro nuevo para tener en cuenta sus aptitudes antes de delegarle las funciones como hermano juramentado. August lo tenía claro. Lo que lo que él quería ser era explorador en la guardia. En sus ventajas había cabalgado y combatido en su hogar desde que tenía edad suficiente para montar y sostener un palo con la mano, venía de una larga sucesión de caballeros y por último y más importante, era del norte. No había en los siete reinos guerreros más respetados que los descendientes de los primeros hombres. O al menos eso les gustaba decirse a todos los hombres que viviesen por encima del Cuello, donde se marcaba la diferencia entre ellos y los del sur.

Flexionaba y extendía ritmicamente los dedos de la mano con la que desenvainaba cuando escuchó los pasos de un hombre que sostenía la marcha y se posicionó delante de ellos.

Vestido completamente de negro, con la capa ahondando al viento gélido que a la mayoría de reclutas tenía temblando, incluyendo a August, Ser Alliser Thorne se presentó como el maestro de armas del Castillo Negro. Su rostro gélido y sus ojos negros despedían crueldad y repugnancia por los hombres que estaban en la formación. August prefería no sobresalir y notaba que Ser Alliser buscaba el miedo en los ojos de los hombres, por lo que el joven Bengal mantuvo la vista en frente y solo los movía para parpadear, no sin dejar un pequeño  foco visión para el caballero que empezaba a sonreír cuando paladeaba el nerviosismo de los nuevos.


-¡Asesinos, ladrones, bastardos y traidores...! -fue lo primero que dijo el caballero Thorne para dar la bienvenida a los nuevos reclutas que estaban en la formación. Escupió a un lado y suspiró con desaprobación - hace no mucho la guardia todavía recibía hombres con la mitad de cojones de los que puedo ver desde acá. - recorrió con la vista a los 11 hombres de enfrente- Sé por qué han venido aquí..., sí, conozco a los de su clase. Muchos argumentarán que han venido por el honor de pertenecer a la Guardia de la Noche, - Para August fue suficiente con escuchar aquellas primeras acusaciones. Prefirió poner la vista al frente, sin ningún objetivo en particular pero con el rostro inflexible, ignorando las palabras como cuchillos que arrojaba el Ser-  ¡pero hasta un bruto salvaje de los Puños sabría que han venido para esquivar la muerte por sus fechorías de donde sea que viniesen!, - el joven Bengal cerró los ojos y respiró lentamente. Conocía en el castillo de Cerwyn a los de la estirpe de Thorne, miserables que disfrutaban ser implacables con los indefendidos - y también veo de los que han sido rechazados. Bastardos o traidores, da lo mismo, ni piensen que se les darán mejores tratos al culo de alta cuna que arrastraron hasta acá, sobre todo los que vengan pensando en poner sus apellidos por encima de la Guardia. ¡Aquí no os vale nada! - August sabía que se refería a él... y quizá también al dorniense. Sabía que quedaba expuesto desde que entró por las puertas del Castillo Negro sobre su negro alazán. La cota de mallas, el yelmo pulcro, los guantes de cuero negro y el cinto de su espada, no se podía ver la hoja pero desde lejos se notaba que era de acero forjado en castillo. El mismo Bengal era un noble cuna de a leguas, contextura de que nunca le faltaba la comida y con señorío al caminar, se había delatado a sí mismo desde que bajó del caballo para formar.- Yo mismo elegí la Guardia antes que servir a un usurpador, yo defendí Desembarco del Rey del león Lannister y a mí fue quien se me dio a optar, vivir como un cobarde sometido a un indigno o la hermandad del Muro..., ¡y elegí la Guardia! –

"Mentira", quería decir Bengal. Podrá engañar a un sureño, pero no a un hombre del norte.  Cuando se da a elegir el muro, la otra opción es la muerte. Él lo sabía bien.

Notó que a su lado, el dorniense estaba conteniendo las ganas de reír. Ser Thorne por su distanciada posición quizá no se hubiese dado cuenta, o quizá estaba demasiado ocupado en sus palabras que no notaba que el dorniense tomaba por chiste todo lo que salía de la boca del Ser.

- Éste hombre..., ¿acaso los sureños también nos envían locos?, ¿sabe lo peligroso que es burlarse de un caballero que te sea superior? - Si lo llegaba a notar Thorne, se ensañaría con todos, podría matarle. Siguió mirando al frente serio, rogando a que la mirada del hombre sobre la plataforma no se posase lo suficiente en la primera fila para notarlo.

- ¡Aquí han llegado como harapientos, como ladrones y como marginados!,  quizá con paciencia y con mucho trabajo pueda hacerlos hombres que valgan la pena ser juramentados, defenderán el reino y morirán por él, sus pecados puede que hayan sido perdonados pero en el Muro no se les dará ni una piedra pleitesía.

- ¡Ser Alliser! - 
retumbó una voz que entraba al patio con otro grupo de hombres, todos cuervos, todo negros - ¿has terminado de aplastarles la moral a los reclutas o todavía os falta un poco más? 

August giró el rostro para identificar a quien se había atrevido a interrumpir a Thorne. En efecto era un hermano juramentado, su capa negra pegada a ambos hombros estaba derruida y cortada por lo que parecían restos de hojas de pinos, robles y sauces, - explorador sonó en la mente de August - tenía una sonrisa que mostraba gran cantidad de amarillos dientes, sus ojos expresivos con grandes cejas pobladas y la nariz ganchuda, dirigía una mirada fraterna a Ser Thorne y éste lo miró con desdén.

- El Maestro de Armas es quien da la bienvenida a los reclutas en el Castillo Negro, Ser Flanagan, harías bien en recordarlo.

- ¡Nunca lo he olvidado mi buen señor!, puedes seguir machacándoles todo lo que se te venga en gana, yo puedo esperar por acá. - El hombre tenía una media de 50 años pero se veía fuerte como un roble. August vio que Ser Flanagan les guiñaba el ojo y se acomodaba a un lado mientras daba paso a los hombres que venían a sus espaldas. Detrás del envalentonado caballero venía un anciano con túnica de Maestre y una gruesa cadena que colgaba de su cuello, haciendo tintinear con cada endeble paso que daba, las arrugas de su rostro casi escondían los pequeños ojos color violeta, y lo poco que quedaba de cabellos eran del color de la nieve. Venía ayudado por otro más joven y más obeso, sonrosado y hecho barbas negras en el rostro . El anciano vio a Thorne con amabilidad y sonrió.

- Ser Thorne ha sido para los aspirantes a vestir el negro como el martillo del herrero para  forjar las buenas espadas. Su trabajo en la guardia es pulir y hacer de los niños los hombres. -también dirigió una mirada hacia August y los demás - Veo caras de jóvenes, de valientes... y de perdidos.

- Por aquí, Maestre Aemon, con cuidado. -
apremiaba el mayordomo obeso que le ayudaba a caminar-

A la misma tarima de viejos maderos desde la cual Thorne juzgaba a los nuevos, subió con pasos atronadores un hombre venido en años, con una calvicie pronunciada y ojos cansados, hoscos, como los que acostumbran a ver la crueldad y las malas visiones de años de servicio. La barba también blanca como la nieve y un cuerpo magullado por varias batallas, fornido, cansado. August había oído sobre el viejo oso de la guardia incluso en el castillo Cerwyn, del cual no se había escuchado jamás historia de deshonor, a excepción de un hijo que llevaba varios años en el exilio.

- ¡El Lord Comandante de la Guardia de la Noche, Jeor Mormont! - exclamó el lord mayordomo Bowen Marsh, que instantes antes venía escoltando al maestre Aemon.

Todos los hombres en el patio de armas quedaron en silencio, solo se escuchaba el viento aullando que golpeaba los hielos del muro, como el sonido de hombres que se lamentan desde lugares muy lejanos.

- Durante miles de años, desde la edad de los primeros hombres, la hermandad de éste muro ha mantenido afuera a las amenazas que desde antaño han tratado de perturbar la paz de los siete reinos. Desde las tierras del extremo Sur en Lanza del Sol hasta Último Hogar, cuentan con la hermandad juramentada para proteger el reino de los hombres. No importa quiénes fuisteis antes o por qué os enviaron aquí, si deciden servir, todos sus pecados serán perdonados y tendrán una segunda oportunidad para vivir como seres de bien.   -August veía la cara del oso. Oso porque esa era la figura que tenía el escudo de su Casa. Un oso sobre sus dos patas traseras en posición de ataque. Pero el hombre ya había entrado en lo de ser anciano, y el joven Bengal se preguntaba si tal condición no sería más una figura débil para lo que debería significar la guardia. Calvo, con bolsas bajo los ojos y mirada cansada, el lord comandante tenía más pinta de apunto de derrumbarse que significar el escudo que protege el reino de los hombres, pero en algo estaba de acuerdo August Bengal, el oso representaba respeto ante los ojos de todos los hermanos que vestían el negro, incluyendo a Thorne.


- Antes de que los elijamos a cada uno sus funciones, se les separará de acuerdo a lo que sepan hacer.

- ¿Lo que sepamos hacer? - pensó August - yo puedo cazar, puedo pelear, puedo leer y escribir..., pero fuera de eso no sé en qué más podría servir.

- Ser Alliser, Bowen, Noye, Maestre Aemon... os los dejo en sus manos. - Dio media vuelta el lord comandante y bajó de la tarima de donde los demás oficiales de la Guardia todavía observaban a los reclutas.

- ¡ATENCIÓN! - 
El grito del maestro de armas sorprendió a los hombres que todavía tenían la mirada en las espaldas del oso. - ¡COGED TODOS LAS ESPADAS QUE TIENEN DETRÁS Y FORMEN UN CÍRCULO, AHORA!

Espadas romas, sin filo..., todas para entrenamiento, August se sintió mejor luego de saber que lo probarían en algo que él sabía hacer, cogió una y la empuñó sobre su zurda con habilidad. Volvió a notar la mirada de Thorne, de Noye y del anciano maestre, todos los demás a excepción del dorniense habían sostenido las armas apenas habían escuchado la orden, pero éste se quedó de pie, sin moverse.

- ¿No has escuchado, o es que acaso has chorreado en tus calzones de arena? - Le preguntó en voz alta un caballero joven que estaba presente, desde un rincón.  Ser Waymar Royce se había unido hacía poco a la guardia, pero por venir de una noble casa de los Valles de Arryn, se le había dado un poder que hacía poco por ocultar. Rubio, galante y con mirada llena de confianza volvió la mirada hacia Thorne y sonrió para todos - ¡el dorniense tiene miedo a que le magullen en combate!

- No peleo con espada, mocoso - 
el sureño siquiera había volteado el rostro a mirar a quien le había tratado de humillar en frente de todos- en Lanza del Sol esgrimimos éstas - y del borde de su espalda haló un extremo de madera cilindrico y lo sacó lentamente hasta tenerlo totalmente descubierto, de la punta contraría, una hoja de metal finísima en forma de sierra permanecía levantada encontra del cielo y el viento, Ser Waymar, a pesar de lo lejos, podía verse en el reflejo del arma, con sus ojos asustados, habiéndose metido sus palabras en el culo.

- Esto no es un combate real, ¡soltad esa lanza!, - Ordenó Ser Alliser a quien tenía la única arma capaz de rebanar miembros con solo moverla en la dirección correcta.

El dorniense se mantuvo perplejo, miró a Ser Alliser y obedeció, puso la lanza en el suelo y se quedó firme, con los ojos cerrados.

- Donal... parece que nuestro amigo solo podrá defenderse si usa ese estilo de arma - Dijo el maestre Aemon - creo que es menester acercarle a nuestro nuevo recluta un instrumento al que pueda acoplarse para participar en la justa.

El herrero de la Guardia, Donal Noye, bufió con desaprobación y se retiró del patio de armas rápidamente apenas el anciano maestre habló.

- ¡Tú, el de la cabeza rapada, al centro, ahora! - Rugió Thorne a un hombre que había venido con la caravana camino al muro, no había hablado en todo el camino. El calvo miró a Thorne con ojos asustados y caminó al centro con la espada sin filo.

- Le decían "Mamo" en las tierras de los Ríos, donde me lo entregaron de voluntario para la Guardia, - Dijo Dick en voz alta. Se había posicionado a pocos metros de los hombres de negro, y con los brazos cruzados, escupiendo cada tanto las hierbas que le gustaba masticar - No tiene medio seso en la cabeza. 

- ¡Al centro, Mamo!, ¿me escuchas, pedazo de animal? - 
Ser Waymar Royce se puso en el centro, con la espada roma en su mano y en posición de ataque, todo hecho sonrisas y azuzando al calvo idiota mientras éste miraba a todos lados, confundido - ¡Ataca, mamo...!, ¿así es cómo os gusta que te den? - El joven caballero lanzó una estocada al hombretón asustado y éste gimió de dolor cuando la espada golpeó en su pecho.

- ¡Nooo...! - Gimió el hombretón mientras soltaba la espada y se cubría el rostro con las manos -¡perdónadme, señor..., no sé pelear, no sé pelear!

- ¡Levanta la espada, ahora! - 
Gritó el maestro de armas claramente impacientado. Siempre había quienes temían a la confrontación, Thorne estaba acostumbrado a los cobardes, era su trabajo volverlos hombres - Dick, ¿bajo qué se os vino la idea de traer a éste cobarde aquí? - El calvo se cubrió el rostro con las manos y se arrodilló ante Ser Royce, que amagó un golpe y escupió al suelo.

- Asesinato de tres hombres, una mujer y un niño, - señaló Dick, sonriéndole a Thorne con sus dientes rojos por la hojamarga - negó todo ante los dioses viejos y nuevos. Iban a colgarlo, o me lo traía a la guardia o era hombre muerto. 

- ¿Asesinato? -
pensó August - pero ni siquiera puede defenderse, no sabe siquiera coger la espada y defenderse del agresor. 

- ¡Levanta, cerdo! - 
gritó ser Royce una vez más y pateó al calvo que estaba a sus pies, August veía que el joven caballero disfrutaba apaleando y humillando, no le dio tiempo de advertir cuando el cabeza rapada levantó su brazo y lo sujetó por la entrepierna, estrujando entre sus manos las pelotas del hostigador.

Ser Royce gimió pero no pudo gritar, la otra mano le había sujetado el cuello y lo había levantado del suelo, el calvo había sido rápido y no le había dado tiempo al joven que pudiese usar la espada. El cabeza rapada apretó y de la garganta de Royce solo salió un lamento ahogado, empezando a ponerse azul.

- Ahí tienes a tu asesino, Thorne - Dijo Dick desde su esquina y volvió a escupir. Esperaba que el calvo actuase, no era idiota, Dick podía leer la mente y el corazón de un hombre solo viéndole a los ojos. Sabía que al calvo le gustaba matar. - Es hora de que alguien salve el trasero de Ser bolas estrujadas, o no le quedará mucho más. 

¡Tú, el de los dientes rotos! - 
Gritó Thorne nuevamente, August creía que se dirigía a él, pero vio que apuntaba a Ripper, el hombre andrajoso de Fuerte Terror con el que había tenido roces de camino al Muro - ¡Ve, ahora!

Ripper empuñó su espada, al menos eso sabía hacer, corrió hacia donde estaba el hombre que estrangulaba al hermano de la guardia, pero éste escuchó la orden de Thorne, y soltando la entrepierna del caballero, lanzó con un solo brazo a su victima quien derribó a Ripper y ambos cayeron desparratados en el piso del patio, a la vista de todos.

Varios hermanos negros explotaron en risas, a excepción de Thorne quien había visto cómo vencían a Ser Royce solo sujetándole los huevos. El calvo cogió la espada del caballero que había vencido y miró al resto de hombre a su alrededor, parecía que sus ojos brotarían de sus cuencas y la espumaba de la boca chorreaba por su barbilla y el pecho.

Esto no va bien - Pensó August - no está sujetando la espada por el mango - el hombre sostenía la espada por el lado que con el que se debía cortar y golpear al enemigo - Éste hombre no está en sí.

- Por los dioses viejos y nuevos lo juró, pero un hombre que ha matado sabe encontrar los ojos de otro que ha disfrutado arrancando vidas – 
Dijo Dick desde su esquina, y aunque vio que el hombre encolerizado se acercaba a los otros dos que estaban en el suelo, no se movió. Ser Royce se levantó entre estertores y tos, se sujetó a la garganta y vio que tenía nuevamente al hombretón a unos pocos pasos.

- ¡Espada! - graznó, su voz todavía no había vuelto. Ser Alliser Thorne miró a los otros reclutas, todos estaban esperando que les dijeran qué hacer, hasta August que no se había movido.

- ¡Tú! - se dirigió hacia Louis, el sureño que había discutido con el dorniense camino al muro - ¡coge la espada y a él! 

Louis desenvainó la espada aún mejor que Ripper. Se puso delante de Ser Royce, August notó que adoptó una posición clásica de defensa, blandió la espada roma en pos de él diagonalmente y aguantó la primera embestida del gigante, el cuerpo de Louis retrocedió, pero solo un poco.

- Es fuerte - Dijo Bengal, con una envestida así no habría muchos que pudiesen parar al rapado, quien volvió a gritar y cargó la espada contra Louis.

Ser Royce se levantó y apartó de un empujón a Ripper quien todavía estaba recuperándose del golpe en la tierra.

- Lo pagarás con sangre, ¡ven aquí! - Y el hombre venía, con el cuello lleno de venas brotadas desde todos los pliegues, los ojos seguían inyectados en sangre y la espuma ya eran montones de baba salientes de una boca que despedía guturales.

El hombretón volvió a golpear con la hoja y Louis volvió a repeler con la suya, esta vez tambaleando hacia atrás, Ser Royce aprovechó para estocar hacia la humanidad del loco, y éste aun pudiendo esquivar recibió todo el impacto en su espalda. El rapado apenas lo sintió, volvió el rostro para mirar a Royce y con el brazo de la espada lanzó una horizontal que hizo vibrar el viento, Royce trató de repeler el golpe de la hoja pero la fuerza bruta lo hizo retroceder a trompicones, un segundo ataque hizo que las espadas volviesen a besarse y un tercero lo hizo retroceder aún más. Giró en derredor del gigante, exhausto por las embestidas, pero éste no mostraba ni un ápice de cansancio. Louis se corrió detrás del gigante y volvió a golpear, la fuerza del guerrero del Dominio era más que la del joven caballero negro, el hombre rapado gimió y se dio vuelta, parecía que solo ahora se daba cuenta que bailaba con dos hombres al mismo tiempo. Uno por cada flanco.


Ripper estaba volviendo a levantarse. August lo veía sostener la espada corta y dudar entre unirse a la danza o esperar. El gigante a quien habían llamado Mamo retrocedió ante los dos hombres, estos volvieron a posicionarse en su frente, todavía en guardia. August vio cómo Thorne sonreía porque pudiesen dominar al gigante rabioso, pero lo que no vio era que detrás del rapado había un estante de donde habían colgado un montón de armas, espadas cortas y largas, hachas arrojadizas, martillos de guerra y arcos con montones de flechas. No eran armas para los combates de entrenamiento, eran armas reales, todas afiladas, utilizadas por los exploradores de la guardia para sus incursiones más allá del muro, August vio los filos y las puntas cortantes de todas y cada una de ellas, armas que podían desgarrar, cortar, lacerar y matar.

Antes de que Bengal pudiese advertir algo, Thorne y Dick ya habían visto el estante.

- ¡No dejen que coja las armas! - Gritó Thorne.

-¿Qué armas? - respondió Ser Royce, hecho una furia contra el gigante, su labio manaba sangre y su pecho subía y bajaba por la respiración angustiosa, estaba exhausto. Louis arrastraba una pierna y su equilibrio parecía tambalear, Mamo al verse descubierto corrió hacia la mesa y levantándola con sus dos brazos sobre su cabeza la arrojó contra ambos hombres que habían cometido el error de ponerse demasiado juntos. No tenían escudo, la mesa se estrelló contra los dos y se partió sobre ellos.

- ¡Ser Thorne, ésto se está saliendo de control, ese hombre matará a Ser Royce si le dejamos! - El lord mayordomo Bowen Marsh se dirigió ante el maestre de armas, Thorne estaba a punto de dar la orden a otros hermanos de que contuviesen a Mamo cuando August Bengal saltó al medio y se plantó frente al gigante, con la hoja desenfundada, Mamo sostenía un hacha y una espada, afiladas, August solo una con punta roma en su izquierda pero el joven Bengal había visto varios minutos de combate de Mamo, sabía cómo iba a moverse, había planeado cómo lo iba a hacer... y estaba encantando de demostrarle a Ser Thorne cómo en el Castillo Cerwyn se les enseñaba a los hombres a justar la danza de las espadas.


Mamo embistió.

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